Domingo, 14 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6237.
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 CRONICA
«QUE SIGA SU VIDA DE MADRE Y DE MUJER»
Es lo que le aconseja a la española Adriana Iliescu, la madre-abuela rumana que ostentaba hasta ahora el récord de primeriza más vieja del mundo
ALEXANDRU PETRESCU. Bucarest

El martes Eliza Maria Bogdana cumplirá dos años. Y el 31 de mayo próximo su madre, Adriana Iliescu, 69. Durante este tiempo, entre las dos han ostentado el récord de tener la mayor diferencia de edad entre madre e hija de la Historia: 66 años. Ahora, este título algo más que simbólico, ha viajado desde Rumanía a España y la reina de las madres-abuelas lo posee la andaluza Carmen Bousada.

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Adriana vive en su piso de la novena planta de un edifico de Bucarest desde donde se ve la luz del sol cuando nace cada mañana. Bien temprano coge el tranvía numero nueve para llegar a su despacho en la Universidad Hyperrion donde es profesora. Cobra 300 euros mensuales con los que consigue salir adelante a base de apagar bombillas en su casa...

Eliza ya pesa 14 kilos y mide cerca del metro. «Es muy inquieta y curiosa. Busca por todos los cajones y come solita con la cuchara su plato favorito: sopa de pollo con legumbres, quesitos y plátanos. Le gusta mucho bailar y cantar conmigo», explica orgullosa su madre. La pasada Navidad la acompañó a cantar villancicos a la Universidad y recibió un montón de regalos de Papa Noel. Uno de ellos llegó por encargo del doctor Bogdan Marinescu, artífice de su milagroso nacimiento en un laboratorio.

Hace dos años, en la entrevista que Adriana concedió a CRONICA, aseguraba que a su hija le había entrado «el microbio del periodismo y será una buena informadora» de tantos reporteros como la fotografiaron en la clínica. Ahora está en la fase de acostumbrarla a dormir sola en su camita y enseñarle a que no se chupe el dedo meñique de la mano derecha, sustitutivo del chupete que le acaba de retirar. Eliza ya tiene un novio secreto que se llama Petrishor, vive al lado y no sabe que su compañera de juegos es ya toda una vedette en el mundo de los bebés.

El viernes por la tarde, el bloque de apartamentos estaba cercado por periodistas llegados de varios países. El nacimiento de los niños españoles ha resucitado la historia de Adriana y todos quieren saber como están madre e hija.

«Estoy feliz de no ser la única -asegura Adriana- porque lo he pasado muy mal todo este tiempo. Primero me trataron como la mujer barbuda y después llevaban mi caso a horribles debates en los medios donde se mezclaba la religión con los principios liberales del comunismo. Y para mí, que soy muy creyente, me duele más porque Dios y la medicina de nuestro siglo consiguieron demostrar lo que mi organismo pudo».

Adriana llegó a estar casada entre 1958 y 1962 pero no se le pasó por la cabeza tener hijos. Finalmente, en 1996, recurrió al doctor Marinescu, ex ministro de Sanidad y ginecólogo especialista en técnicas de reproducción asistida. Dos veces llegó a quedarse embarazada después del tratamiento hormonal y la donación de ovocitos, aunque abortó al cuarto mes. A la tercera fue la vencida y pocos días después de su 66 cumpleaños, quedó embarazada de trillizas. Durante la gestación perdió uno de los embriones, y cuando los doctores se dieron cuenta de que el corazón de uno de los otros dos fetos había dejado de latir, le practicaron una cesárea seis semanas antes de lo normal.

«Sólo le diría a esa española que siga su vida de madre y de mujer -nos dice Adriana en la despedida-. Y que no deje que su experiencia sea tratada desde la óptica moral ni entre en un circo mediático. Porque después todos se olvidan de tí. También que haga mucho ejercicio y que aproveche para hacerle a los niños todas las fotos y vídeos que pueda. Así, cuando tenga más de 100 años, podrá recordar que lo más bonito de su vida llegó cuando otras se acaban».


DESTRONADA.

Adriana Iliescu, profesora de Literatura rumana, tiene 68 años y su hija, Eliza, acaba de cumlir dos. Confiesa que lo ha pasado muy mal por la crítica moral que ha sufrido en su país .

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