Neska. Neska lleva una semana sin levantar la cabeza. Parece asumir el luto de la familia. Cuando suena el timbre de su casa, sale ansiosa a la puerta, buscando, mirando, olfateando al recién llegado, como si no perdiera la esperanza de volver a ver a Javier, su amo, aparecer en la entrada. La perra, una setter de dos años de edad, es la única que conoce lo que ocurrió el domingo pasado cuando salió a cazar con él y su hermano Armando y nunca regresaron.
Aquella mañana, antes de que el sol asomara por el horizonte, los hermanos Javier y Armando Forniés Garcés salieron con Neska a cazar conejos por los alrededores de Murchante, un pueblo de la ribera navarra. Era uno de esos días espléndidos que de vez en cuando regala el invierno: despejado, luminoso y frío, con el mercurio pocos grados por encima de cero. Una mañana idónea para practicar una afición común que les unía todos los fines de semana. «Era su excusa para estar juntos», recuerda entre lágrimas Iluminada, la viuda de Javier. Sostiene en brazos a Neska, acaricia con ternura su pelo marrón, mientras parece aferrarse al recuerdo de que ella fue la última en ver con vida a su marido.
Ambos hermanos encontraron la muerte en el paraje La Torre, donde se encuentra una balsa que abastece de riego a las huertas cercanas. El sitio es un remanso de paz en medio del campo, tan tranquilo como las aguas del estanque. Una valla de 1,80 metros de altura cerca todo el perímetro del vaso, de 20 por 50 metros y cinco de profundidad. De acuerdo a la interpretación más extendida entre las diversas policías -judicial, científica y foral- y los servicios de emergencia, la perra Neska (chica, en euskera) habría accedido al interior del recinto vallado a través de un agujero de unos 50 centímetros situado en uno de los extremos.
Javier, cazador avezado de 44 años, socio del coto de Murchante y en envidiable forma física, no habría tenido problemas para saltar la valla y acceder al interior. A partir de ahí lo sucedido es una incógnita, no quedan testigos vivos -a excepción de la perra- que puedan esclarecer los hechos. Las hipótesis policiales apuntan a que el animal cayó al agua y Javier saltó en su busca. Algo habría ido mal -quizá pudo golpearse la cabeza y perder el sentido en la caída- y Armando, de 49 años, ágil también, decidió tirarse a socorrer a su hermano, con tan mala fortuna de que el agua los hundió para siempre.
Lo aparatoso del equipo de caza -con ropas y equipos pesados, sobre todo si se empapan-, así como la gélida temperatura del agua en esta época del año -ocho grados- respaldan la interpretación. Además, la tela geotextil para el aislamiento del estanque resulta muy resbaladiza una vez húmeda. Sin embargo, el encargado del funcionamiento del riego recuerda que estaba a la mitad de su capacidad en el momento del accidente y que el recubrimiento está hecho jirones en su mayor parte. «Fue colocado en el año 1973», apunta.
Por cosas como esa y algunas más, la hija de uno de los fallecidos, de 18 años, opina que la versión no es definitiva. ¿Qué perra de dos años de edad a la que se le da bien la caza desde cachorro y está acostumbrada a perseguir conejos tendría problemas para salir de unas aguas tan mansas? «Si Neska hubiese caído al agua habría salido sola», afirma convencida.
Hacia las once de la mañana, tres cazadores que pasaban por el lugar se vieron alertados por los ladridos frenéticos de la perra, que no callaba ni un momento y mostraba un comportamiento muy nervioso. Al acercarse, los tres hombres vieron en el suelo una chaqueta de caza, un paquete de cigarrillos y la pista que les hizo sospechar que algo no marchaba bien: una escopeta cargada. De los dos hermanos, sólo Javier cazaba desde hace muchos años. Pero ni al cazador más inexperto se le ocurriría abandonar una escopeta lista para disparar...
SOS Navarra registró la llamada a las 11 y 20 de la mañana del domingo. Pocos minutos después llegaban los servicios de emergencia y policiales al lugar de los hechos, incluido un helicóptero del Gobierno de Navarra y un grupo de salvamento acuático. El comportamiento de Neska hacía temer lo peor. «Ni siquiera atada a un poste lejano al estanque se estaba quieta. Se revolvía y chillaba», recuerda un testigo.
El rescate se prolongó durante horas y terminó confirmando los malos augurios: los cuerpos de los hermanos eran izados a la superficie y conducidos al Hospital Reina Sofía de Tudela. Ambos murieron ayudándose, intentando salir de un estanque artificial que la casualidad quiso convertir en trampa mortal. La autopsia practicada en el Instituto Navarro de Medicina Legal confirmó que la muerte les sobrevino por ahogo y no encontró rastro de violencia en los cuerpos.
Fueron los ladridos desesperados de la perrica, como se refiere a ella su dueña, los que indicaron a los servicios de emergencia dónde se encontraban los cuerpos sin vida de los hermanos Forniés. El policía encargado de dar la fatal noticia a la familia devolvió a Neska a su casa. Y allí continúa esperando... / MIGUEL M. ARIZTEGI
CLAVES
UNA CACERIA FUNESTA
De los dos hermanos Forniés sólo Javier cazaba. / Estaban lo suficientemente ágiles para saltar una valla de 1,80 metros de alto. / La autopsia revela que murieron ahogados aunque la profundidad de la charca no superaba los 2,5 metros y ambos sabían nadar. / Encontraron una de las escopetas lista para disparar junto a la valla.
