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Si no estamos en paz con nosotros mismos, no podemos guiar a otros en la búsqueda de la paz (Confucio) |
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Lencería y sangre azul |
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LAS LIGAS REALES VIENEN DE SAN SEBASTIAN |
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BORJA HERMOSO
Peligrosos corsés negros de encaje, imposibles tangas rojos de satén, prodigiosos sujetadores lilas o naranjas con relleno y sin relleno, saltos de cama que quitan el hipo y otras transparencias prohibidas reciben al / a la visitante en el número 15 de la calle Esterlines, una esquinita escondida en la Parte Vieja de San Sebastián. Pero una vez dentro de Lira, que así se llama el minúsculo templo de las picardías, Angelita te lleva al huerto -con perdón- y te cuenta su vida, que es la vida de un personaje fascinante de los que, vaya por Dios, ya casi no quedan.
Porque Angelita Luis Díaz lleva la friolera de 60 años vendiendo fantasía en su refugio de Esterlines. Pero, sobre todo, Angelita es un caso porque, en sus ratos libres, se dedica a confeccionar ligas. Las clientas pasivas de esta donostiarra de adopción nacida hace equis años en la localidad navarra de Fitero (su padre era el compositor de música para bandas Lorenzo Luis) tienen nombres ilustres. Nombres como Sofía, Reina de España; Infanta Elena, Infanta Cristina, Letizia, princesa de Asturias; Infanta Leonor; Cayetana, Duquesa de Alba; Mette-Marit de Noruega, reina Noor de Jordania, Camilla Parker-Bowles, Princesa Irene de Grecia, etcétera. «Me mandan cartas simpatiquisímas y oye, para mí es una ilusión... En casa mis hijos me dicen 'pero amá, deja ya eso, hombre', y que soy una pesada y eso, pero a mí me gusta», comenta la propietaria de Lira.
La Princesa Irene de Grecia, hermana de la Reina doña Sofía, le escribió en enero del año pasado: «No creo haber recibido un regalo más divertido que la liga roja que me ha enviado para festejar la entrada de un nuevo año. Es monísima, ¡pero no le voy a prometer bailar el can-can francés en Les Follies Bergères con ella!».
DISCRECION.
Otros, como la Infanta Cristina y su esposo, Iñaki Urdangarín, son más discretos en sus agradecimientos, eso sí, escritos de su puño y letra: «Agradecemos mucho la amable felicitación de Navidad que hemos recibido y enviamos nuestros mejores deseos de felicidad para el nuevo año 2005. Con afecto, los Duques de Palma». Pero de la liga, ni palabra.
No sólo la sangre azul es destinataria de la generosidad de Angelita Luis. También las famosas o famosuelas, y hasta las políticas, figuran entre sus presas. «Yo no hago diferencias, ¿eh?, hombre, hay gente que me cae mejor y peor, como a todos, pero me gusta mandar regalos a todos», explica ella. Uno de los mensajes más insólitos que ha recibido lleva la firma de la presidenta del Partido Popular del País Vasco, María San Gil: «Querida Angelita, muchísimas gracias por acordarte de mí y mandarme esa liga tan bonita, que te prometo me pondré el día que sea elegida lehendakari». Glup.
También la periodista Mercedes Milá le da las gracias «por el maravilloso obsequio, que valoro en lo que es». Y Fabiola de Bélgica. Y Eugenia Martínez de Irujo le agradece «esa liga tan bonita que me ha bordado». La lista de celebridades es interminable: Sara Montiel, Concha Velasco, ¡Pedro Almodóvar!, Juncal Rivero, María Teresa Campos, Pilar Bardem, ¡Boris Izaguirre!, Rocío Jurado, ¡Elton John!, Ana Botella... «¡Uy, Ana Botella no me contestó, qué sosa, ¿verdad?».
Pero, ay, no todo son alegrías. Angelita, que no se corta un pelo, tiene en el escaparate de su comercio un cartelón con la lista de las personalidades de la realeza europea a las que ha enviado sus ligas de encaje y pedrería. Encima de la lista, una gran corona. Eso, estando a escasos 100 metros de las herriko tabernas de la calle Juan de Bilbao es, cuando menos, aventurarse en la selva. Bien lo saben los dueños de la librería Lagun, que, hartos del acoso de la kale borroka, acabaron emigrando de la Parte Vieja e instalando su comercio en el centro de la ciudad.
Pero Angelita Luis, impasible el ademán -o casi- aquí se queda: «Y bueno, pues ya sabes... ¡pum! Un día estaba aquí yo tan tranquila y dos chavales me abrieron la puerta, me tiraron piedras y me insultaron. Y otro día me pintaron el escaparate... ¡y qué vas a hacer! Oye, pero yo, a lo mío, ¡que llevo 60 años aquí!», relata con voz encendida. Pero luego cambia de tercio y te vuelve a llevar al huerto... «mira, mira esta liga, ¡qué preciosidad!».
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