ANTONIO LUCAS
MADRID. - Existe el consenso de que el aullido de la pintura española de la segunda mitad del siglo XX salió de la fogata del grupo El Paso. Allí estaban avivando la lumbre del arte Antonio Saura, Martín Chirino, Luis Feito, Pablo Serrano, Manolo Rivera y Rafael Canogar, entre otros.
Tenían como punto de partida comunal el informalismo y la abstracción, pero cada uno metabolizó aquel impulso primero a su modo, disolviéndose, huyendo de la creación programática. En esa aventura estaba Rafael Canogar (Toledo, 1935) desde el principio, trabajando, observando el trabajo de los otros, cruzando lenguajes.
De todos los miembros de aquel grupo, él ha sido el que más quiebros de cintura ha dado. Su obra nace del expresionismo, pero la evolución ha venido regida según le dictaba el momento. Así, existe un Canogar informalista y otro social, uno volcado en los assamblages y otro que mira al cubismo.
Todos ellos conviven ahora en el libro Rafael Canogar. El paso de la pintura, del catedrático de Historia del Arte de la UNED Víctor Nieto Alcalde, compañero del artista en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Además del recorrido gráfico por la obra del pintor y escultor manchego, Nieto ha desarrollado un amplio aparataje ensayístico en el que ilumina las distintas claves del trabajo de Canogar. «Su pintura es una obra de múltiples resortes combinatorios», explica el autor. «La primera impresión al concluir este itinerario es la de haber contemplado una obra de planteamientos muy diversos».
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