El fin de fiesta acabó manchado de sangre a la altura de Cuatro Vientos. En la madrugada de ayer, cerca de las cuatro de la mañana, tres jóvenes perdieron la vida en un accidente de tráfico. Otras cuatro personas resultaron heridas, una de ellas muy grave.
El suceso ocurrió en la autovía de Extremadura (A-5), a la altura del kilómetro 8, según un portavoz de Emergencias Madrid. El coche, un Ford Fiesta rojo, viajaba en dirección al centro de Madrid cuando se estrelló. Dentro iban seis personas, pese a que la ley sólo permite que en un turismo vayan cinco. La calzada era recta y la visibilidad buena, pues está alumbrada con farolas. Además había poco tráfico. Según fuentes policiales, las víctimas volvían de una fiesta en un piso de Móstoles y habían consumido bastante alcohol, aunque habrá que esperar a los resultados de la autopsia para confirmarlo. El conductor perdió el control del vehículo por causas que se desconocen y se salió de la carretera, donde no había huellas de frenada ni maniobras bruscas. Durante su recorrido, arrancó unos 20 metros de valla protectora, un poste de la línea de teléfonos y parte de un sistema de riego que creó una pequeña riada junto a la calzada. El coche dio varias vueltas de campana hasta quedarse encajado entre otro poste telefónico y la valla.
Cuando llegaron los Bomberos del Ayuntamiento y los sanitarios del Samur-Protección Civil para rescatar a los jóvenes, tres ya habían fallecido. El rescate de los cuerpos fue muy difícil. Probablemente, los ocupantes de la parte de atrás del vehículo, dos mujeres y dos hombres, no llevaban cinturón de seguridad. Algunos salieron despedidos y otros consiguieron salir del coche por su propio pie. Sólo uno de los ocupantes del vehículo, un chico de 22 años, resultó ileso, aunque precisó atención psicológica.
Al llegar al lugar del accidente se observaba un ajetreo frenético entre los Bomberos del Ayuntamiento y los facultativos del Samur. De las seis personas que había en el coche, tres habían fallecido, aunque todavía no se sabía. El coche, convertido en un amasijo de hierros, aprisionado entre un poste telefónico y una valla metálica, quedó tumbado sobre el lado del conductor.
Dentro, todavía estaban el conductor y el copiloto, dos chavales de veintipocos años. Sus cuerpos estaban atrapados en la chatarra que antes había sido un coche. Los bomberos, creyendo que aún podía haber un rastro de vida, subieron al coche y arrancaron las puertas. No había manera de acceder.
El maletero se perfiló como el camino más fácil para rescatar a los jóvenes, pero aún estaban lejos, en la parte opuesta del coche. Entrando por el maletero y por la puerta del copiloto, los efectivos consiguieron arrancar de cuajo todos los asientos del vehículo. Cada pocos minutos se acercaban un poco más.
El primer joven fue rescatado con más prisa, porque dio la impresión de que todavía se movía un poco. En vano. Cuando sacaron su cuerpo ya había fallecido sin remedio. Lo pusieron en la calzada junto al primer fallecido.
El conductor fue mucho más difícil de rescatar. Continuaron sacando asientos, piezas del coche y objetos hasta dejar el vehículo completamente vacío.
El mayor problema era que la cabeza del joven estaba fuera de la ventanilla y no había manera buena de sacarle. Lo único que se podía hacer era liberar todo el espacio que había a su alrededor para acercarse lo máximo posible.
Tras casi 45 minutos muy laboriosos y sin parar, aun sabiendo que ya estaba fallecido, los bomberos sacaron el cadáver y lo colocaron junto a los otros dos jóvenes fallecidos. El suboficial de bomberos José Luis Tejera recordó en el lugar del siniestro que «el rescate fue muy difícil».
A los tres se les practicó la autopsia ayer en el Instituto Anatómico Forense, donde nadie había acudido a reclamar los cadáveres. Los fallecidos son un peruano de 26 años, Rubén Salomón Espinoza; un ecuatoriano de 27, Rafael S. Arenas Armijó, y otro chico de unos 25 años, de origen latino, que iba indocumentado. El único ocupante que salió ileso es un chico de 22 años al que tuvo que atender un psicólogo del Samur.
A estos cuatro les acompañaban dos mujeres: Yria Vanessa Ochoa, de 19 años, que sufrió un traumatismo torácico y rotura de costillas en el costado derecho, y una mujer de unos 25 años sin identificar, a la que el Samur trasladó muy grave al hospital Doce de Octubre.
Finalmente, también resultó herido leve el conductor de un autobús de la EMT, que viajaba por el sentido contrario, en dirección salida de Madrid. Cuando el Ford salió de la carretera arrastró todo lo que había en su camino e hizo saltar numerosas piedras y cascotes.
Un pedazo de adoquín saltó hasta el lado opuesto de la autovía, por donde iba el autobús. La mala suerte quiso que golpeara el cristal del vehículo a la altura de la cara del conductor, que se hirió con los cristales que le saltaron. Ninguna esquirla le provocó heridas de seriedad y además pudo controlar el vehículo y no estrellarse, pero los médicos también tuvieron que atenderle. El conductor es un joven de 29 años y no precisó traslado a ningún hospital.
UN RESCATE ANGUSTIOSO.
Las tareas para rescatar los cadáveres de los fallecidos fueron muy complicadas por el lugar donde quedó encajado el coche. Arriba, se observa a los bomberos, a los que alumbra un miembro del Samur, mientras intentan acceder al cuerpo del conductor. En la foto del medio, el momento de sacar al joven fallecido; abajo, los tres cadáveres en la calzada, mientras detrás sacan el coche con una grúa.
