IRENE HDEZ. VELASCO. Corresponsal
ROMA.-
Lili Ascoli Magrini creía haberlo visto todo en la vida. A sus 100 años (los cumplió el pasado 31 de diciembre) esta italiana no sólo ha sido testigo de algunos de los sucesos más terribles del siglo XX, sino que los ha sufrido en calidad de víctima. Nadie mejor que ella sabe lo que significó ser judía durante los años en los que la dictadura de Benito Mussolini, siguiendo los pasos de Hitler en Alemania, promulgó en Italia leyes raciales antisemitas.
«Marcaron todos mis documentos y los de los miembros de mi familia como pertenecientes a la raza hebrea. Expulsaron a mis dos hijos del colegio. Deportaron a mi madre al campo de concentración de Auschwitz, donde fue asesinada el mismo día de su llegada. Metieron a mi marido en un campo de concentración en Urbisaglia», asegura la anciana en declaraciones a EL MUNDO, enunciando algunos de los horrores que ha tenido que sufrir. «Yo me libré gracias a que logré escapar con mis dos hijos a Suiza, escalando los montes de Brissago con la ayuda de una banda de contrabandistas».
Para compensarla por todas esas atrocidades, un tribunal italiano le concedió hace un par de años una pensión vitalicia como perseguida racial: un puñado de dinero (430 euros al mes, exactamente) con los que intentar resarcirla de las monstruosidades que el régimen fascista cometió contra ella y su familia por el mero hecho de ser judíos. Sin embargo, otro tribunal acaba de retirarle esa pensión, con argumento de que ella en persona no sufrió directamente ninguna violencia física o moral. Y, además, le exige que devuelva todo el dinero que por ese concepto ha cobrado hasta ahora, y que asciende en total a cerca de 40.000 euros. Una decisión que ha desatado una inmensa polémica en Italia...
Mirar en silencio
«Según usted, ¿todas esas cosas que me hicieron los fascistas no son violencia?», se pregunta la anciana. «Me gustaría tener delante a los jueces que han decidido quitarme la pensión. No les diría nada. Me limitaría a mirarles a los ojos en silencio, y le puedo asegurar que ellos entenderían perfectamente qué es lo que pienso de su sentencia. Si todo el dolor por el que he pasado no lo consideran sufrimiento, ¿qué es entonces el sufrimiento para ellos?».
Pero van listos los magistrados si piensan que Lili Ascoli Magrini se va a quedar de brazos cruzados ante su veredicto. Esta señora, que a sus casi 100 años goza de absoluta lucidez mental y que recuerda con precisión meridiana todos los pasajes de su existencia, es una luchadora nata y, por supuesto, va a presentar batalla legal a través de su abogado, Michele Ravenna, contra una sentencia que considera abominable. «No lo hago por dinero, sino por respeto a la memoria de mi familia y para que no vuelvan a ocurrir cosas parecidas».
Sin embargo, Lili no está sola en su lucha. Cuenta con el apoyo y la solidaridad de numerosos políticos italianos, que se echan las manos a la cabeza ante la clamorosa injusticia que en su opinión se está cometiendo contra ella y que han llegado incluso a pedir a Romano Prodi, el primer ministro italiano, que intervenga. «Me entristece la sentencia que priva a Lili Ascoli Magrini de una pensión argumentando que no ha sufrido 'actos de violencia física o moral', cuando se trata de una mujer que ha visto a toda su familia duramente perseguida por el régimen fascista», afirma Gaetano Sateriale, alcalde de Ferrara, la ciudad en la que nació y aún vive Lili. «Creo que no considerar como violencia moral directa todo aquello por lo que ha pasado puede constituir un peligroso precedente jurídico», alerta. «Estamos ante un caso límite que atañe a otras situaciones similares», opina Luigi Manconi, subsecretario de Justicia y el hombre que ha pedido a Prodi que interceda a favor de Lili. El abogado de Lili confía en que el caso se pueda resolver con una solución política. «Ocurra lo que ocurra, ella saldrá adelante. Como siempre lo ha hecho», asegura a EL MUNDO Michele Ravenna.
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