Domingo, 14 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6237.
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El ceremonial megalómano de Sarkozy
A la investidura del candidato único del partido gubernamental asisten hoy en París 60.000 personas
RUBÉN AMON. Corresponsal

PARIS.- Entronización, consagración, coronación. Cualquiera de estas acepciones egocéntricas define el ceremonial de investidura que Nicolas Sarkozy se ha organizado a su propia medida esta mañana en el palacio de exposiciones de la Porte de Versailles (París). Fue aquí donde Jacques Chirac ha escenificado sus mayores proezas populistas, pero Sarkozy va a convertir el viejo campo de batalla en el cementerio político de su fiel adversario. Lo hará en presencia de 60.000 espectadores, custodiado por los grandes barones del centro derecha -Raffarin, Juppé- y convertido en la nueva referencia mesiánica del partido gubernamental (UMP).

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Sarkozy no ha tenido rivales ni podía tenerlos. No sólo porque preside el partido con la autoridad y la disciplina que caracterizaron a Aznar en el PP. También porque introdujo en 2004 una variante participativa a beneficio de su eficaz telegenia: serían los militantes quienes decidirían con su voto el candidato del UMP a las presidenciales de 2007.

Esta mañana va a leerse o proclamarse el escrutinio de las 360.000 papeletas. Sarkozy es el único aspirante con nombre y apellido, aunque el ministro del Interior conjura los votos en blanco y aspira a merodear el 100% de los sufragios como una prueba de plebiscito napoleónico.

Semejante legitimación popular le convierten en el bastión del centro derecha partiendo de un eslogan ambiguo: La ruptura tranquila. Tranquila porque Sarko quiere serenar a quienes le ubican a la izquierda de Le Pen. Y ruptura porque su posición de ministro en la legislatura presente -ha desempeñado las carteras de Economía e Interior- no le impide desmarcarse del chiraquismo ni enfrentarse a Dominique de Villepin.

El primer ministro anunció el pasado domingo que no votaría la investidura de Sarkozy pese a militar en su mismo partido. Justifica su indisciplina porque el presidente Chirac, protector de su carrera y garante de su acceso al poder, todavía no ha decidido si va a presentarse a la carrera del Elíseo como candidato independiente.

Quiere decirse que Villepin aprovecha la indecisión y la posición especulativa de su padrino para hacer el vacío al ministro de Interior. De otro modo no habría preparado con tanto esmero la maniobra con que ha resuelto su frágil presencia en el ceremonial de la investidura: estará un rato en el congreso del UMP, pero se marchará a su casa antes de que suba a la tribuna de oradores Sarkozy.

El desplante sitúa la amenaza agonizante y desesperada de la conspiración que Chirac podría urdir en la sombra al superministro. Las encuestas de opinión pública le descartan objetivamente como aspirante a la jefatura del Estado, pero la compulsividad de los discursos posnavideños demuestra que Chirac quiere jugar un papel protagonista en el proceso electoral.

La cuestión no sería tanto coronarse en el Elíseo como evitar la victoria de Sarkozy. Para hacerlo puede arropar candidaturas afines -Villepin-, lanzarse a la arena o emular la traición que hizo a Giscard D'Estaing en 1981 cuando recomendó desde sus cuarteles la candidatura de... Mitterrand.

El escenario del complot no se perfila, se desdibuja. La prueba está en que Sarkozy obtuvo anteayer el apoyo de la ministra de Defensa. Michele Alliot-Marie había sopesado la posibilidad de traicionarlo, pero el miedo justificado a la victoria de Ségolène Royal ha replegado la oposición interna que suscitaba la candidatura redentora de Nicolas Sarkozy.

Ahora que ambos gallos van a medirse en el proceso electoral sobre el consenso de un relevo generacional -tienen 53 años-, llaman la atención las diferencias de sus ejecutorias. Ségolène ha aparecido inesperada y espontáneamente en la constelación del PS sin miedo a jubilar la gerontocracia. Sarko, en cambio, lleva 10 años madurando, organizando y estudiando la conquista del Elíseo para vengarse de Chirac.

Está más cerca de conseguirlo, aunque su elevada autoestima y su propósito de impresionar a los rivales requieren una puesta en escena megalómana y grandilocuente. El partido ha tirado la casa por la ventana -3,5 millones de euros- para fletar ocho trenes de alta velocidad y poner sobre la carretera hacia París 530 autobuses con las siglas del UMP.

Es la referencia cuantitativa de la ceremonia La cualitativa la ponen sus allegados de la farándula -Johnny Hallyday, Christian Clavier, Jean Reno-, sus nuevos aliados políticos -está previsto un discurso del ex chiraquiano Juppé-, su mujer en la sombra -Cécilia Albéniz- y un mosaico de personalidades cosmopolitas donde aparece Jorge Moragas (secretario de Relaciones Internacionales del Partido Popular) y la escritora Yasmina Reza.

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