Domingo, 14 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6237.
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Si no estamos en paz con nosotros mismos, no podemos guiar a otros en la búsqueda de la paz (Confucio)
 OPINION
Sin condiciones para el diálogo
ENCARNACION VALENZUELA

En el supuesto improbable de que el Congreso de los Diputados anule la resolución que aprobó en mayo de 2005 que ha servido de coartada a Zapatero para negociar con ETA, ya estaría actuando tarde. Por lo que hoy sabemos, el presidente estaba hablando con la banda desde mucho antes de que acudiera a las Cortes para pedir la autorización de la Cámara a entablar un diálogo con los terroristas de acuerdo con un texto presentado por el PSOE que ponía unas condiciones para esos contactos que Zapatero no estaba dispuesto a cumplir. Y en los 20 meses transcurridos desde aquella votación ha sido tan evidente que el jefe del Ejecutivo se ha saltado a la torera todos los requisitos detallados en los siete puntos de la declaración, que aunque fuera por evitar que de ahora en adelante siga mintiéndonos, los diputados deberían tener la dignidad de exigirle que lo deje; si quiere volver a hablar con ETA, que lo haga por su cuenta y riesgo.

Por refrescar la memoria: dice el artículo 2 de la resolución lo siguiente: «A ETA sólo le queda un destino: disolverse y deponer las armas. (...) Si se producen las condiciones adecuadas para un final dialogado de la violencia, fundamentadas en una clara voluntad para poner fin a la misma y en actitudes inequívocas que puedan conducir a esa convicción, apoyamos procesos de diálogo entre los poderes competentes del Estado (...) respetando en todo momento el principio democrático irrenunciable de que las cuestiones políticas deben resolverse únicamente a través de los representantes legítimos de la voluntad popular».

Cualquiera que se lea detenidamente el párrafo anterior y luego recuerde lo que Zapatero ha dicho y hecho desde mayo de 2005 hasta la fecha tendrá muy difícil no censurar, aunque sea en su fuero interno, al presidente por no haber respetado esas condiciones. Lo de que «a ETA no le queda más destino que disolverse o deponer las armas» es que a estas alturas incluso suena extraño; hace ya tiempo que Zapatero se ha desmarcado de ese tipo de lenguaje. Ya no habla de ETA, ni de deponer las armas, como tampoco de terrorismo, por no recordar sus lapsus repetidos en los que evita utilizar el término «atentados».

El meollo de las exigencias a los terroristas para que el Gobierno se siente a hablar con ellos, el de que ETA tiene que demostrar «una clara voluntad» de poner fin a la violencia con «actitudes inequívocas» descarta cualquier posibilidad de que Zapatero vuelva a dialogar con la banda después del gran atentado de Barajas. Ya era difícil justificar la negociación con esas bases mientras aumentaban las extorsiones a empresarios vascos y la kale borroka y sobre todo después de que los terroristas empezaran a robar armas y a enterrar explosivos en zulos del País Vasco. Pero tras la explosión de la T-4 y el consiguiente comunicado de la banda amenazando de nuevo al Gobierno, ¿alguien cree que existe una gota de clara voluntad entre sus filas que permita justificar al presidente ponerse a dialogar de nuevo? Ni siquiera el requisito político incluido en la declaración de marras, el recuerdo de que sólo los representantes legítimos de la voluntad popular pueden resolver las cuestiones políticas, se ha venido cumpliendo, como demuestran los contactos de partidos democráticos, en especial el PSE, con Batasuna, que han seguido incluso después del atentado del 30 de diciembre.

Si bien es cierto que en España algunas veces se aprueban leyes a sabiendas de que va a ser difícil exigir su cumplimiento y una resolución adoptada por el Congreso puede ser considerada por el Gobierno de turno como papel mojado sin que pase nada, la importancia del tema requiere que esta vez todos, y en especial nuestros representantes democráticos, exijamos al presidente que se atenga a negociar con ETA únicamente en las circunstancias en las que se compromete a hacerlo. En pocas palabras: que no nos mienta más.

SI

Encarnación Valenzuela es periodista y presentadora del programa Alto y Claro en Telemadrid.

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