Domingo, 14 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6237.
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Si no estamos en paz con nosotros mismos, no podemos guiar a otros en la búsqueda de la paz (Confucio)
 OPINION
DOS EN LA CARRETERA
De cómo Él vislumbra el final político de Zapatero y Ella lamenta la división creada por el presidente
LUIS MARIA ANSON CAYETANA ALVAREZ DE TOLEDO

Las consecuencias políticas del atentado de la T-4 marcan el intercambio epistolar de hoy. Mientras Él dibuja a un presidente «enterrado» bajo los escombros de la terminal de Barajas, en una desesperada situación que le obliga a huir hacia adelante en busca de un acuerdo con ETA y a mantener su alianza con los nacionalistas, Ella deplora la hipocresía que atribuye a Rodríguez Zapatero de intentar cargar sobre los hombros del PP los errores en materia antiterrorista, y una política que, según dice, puede crear una frontera que separe a media España de la otra media.

LO QUE ENTIERRAN LOS ESCOMBROS DE LA T-4

Querida Cayetana...

Eta se ha convertido en salvavidas de Zapatero. Le tiene de hinojos. Si el presidente no cumple con los compromisos contraídos, la banda asesinará a lo grande con bombas tal vez en almacenes, estadios deportivos o plazas de toros. Y además, explicitará los acuerdos políticos establecidos en la negociación subterránea. Si Zapatero reabre un nuevo proceso de paz, es decir, de rendición, y cumple lo acordado con Eta, el escándalo de la opinión pública será colosal. El presidente está atrapado.

El PP debe abandonar su política pardilla y negarse a cualquier operación trampa de «unidad de los partidos democráticos contra el terrorismo» que suponga, en realidad, rescatar a un Zapatero enterrado bajo los escombros de la terminal cuatro de Barajas. Tampoco pueden sentarse Rajoy o Zaplana a la mesa con Carod Rovira, el amigo de Josu Ternera, ni con otros políticos de parecido pelaje. El pueblo español tiene derecho a conocer los compromisos contraídos por el presidente con Eta. Tiene derecho a saber cuáles de esos compromisos se han cumplido y cuáles no. Porque el bombazo de Barajas se ha producido para coaccionar a Zapatero y que satisfaga el pleno de su acuerdo con los terroristas. Acorralado en su madriguera de Moncloa, rodeado por sus cómplices del think tank, el presidente debe tener ya conciencia de que su salvavidas es Eta, salvo que el PP embista a la muleta con que le ha citado Rubalcaba y le rescate de su postración.

Querido Luis María...

Seguimos hablando de ETA y seguimos reconfortantemente de acuerdo. Sin embargo, allí fuera, en el territorio de las tertulias, todavía reinan el voluntarismo y la confusión. Déjame, pues, que haga cuatro breves apuntes, que valen por dos cartas y cuya única pretensión es la de arrojar algo de luz sobre el debate.

1.- «La paz es la Constitución». Esta frase redonda, perfecta, brillante es de Fernando Savater, un escritor extraordinario y una persona que, como muchas otras, cometió el error de confiar en Zapatero. Esta semana ha publicado un artículo en El País titulado Los límites de la paz en el que denuncia la confusión entre paz y tranquilidad: la paz es la Constitución, el Estado de Derecho, los Estatutos de autonomía y los códigos Penal y Civil que se aplican a todos los españoles por igual, y jamás puede ser fruto de un acuerdo con una banda de asesinos. La tranquilidad, en cambio, sí es algo que los terroristas pueden arrebatar o restituir en función de sus intereses, como vienen haciendo desde hace tres décadas. Precisamente, lo que nos ofrece ETA es la restauración de la tranquilidad a cambio de alterar nuestra paz constitucional para crear un Estado independiente o asociado a su imagen y conveniencia. He ahí el canje y el chantaje, el trueque y la trampa.

2.- «Yo me equivoco y tú rectificas». No sé si Savater ha reconocido públicamente que pecó de incoherencia o ingenuidad, pero tampoco me importa. Hoy tiene las ideas claras y no es presidente del Gobierno. Nuestro problema es Zapatero. A pesar del bombazo, la humillación y el fracaso, el presidente no sólo no rectifica, sino que pretende que lo haga el PP. Le dice: «yo me equivoco, así que rectifica tú». Esta cuestión de la rectificación es capital, Luis María. Una vez corroborado que la doctrina del diálogo sólo sirve para fortalecer a quienes consideran compatible un «alto el fuego permanente» con las bombas y los asesinatos, Zapatero tiene la obligación de volver a la única política que se ha mostrado eficaz contra ETA: la de la derrota policial y judicial. De momento, el presidente no ha hecho un solo gesto ni ha dicho una sola palabra que permita albergar la esperanza de que esa rectificación se vaya a producir. El «trágico accidente» de tu presidente por accidente será un accidente, pero es trágico.

3.- «El papelito». Ya sé. Me dirás que fue otro lapsus. Pero hay algo furtivo, cándido, diáfano en esa frase de la vicepresidenta, que retrata la posición de un Gobierno reincidente. Si Zapatero estuviera dispuesto a descartar para siempre la negociación con ETA, no despreciaría el Pacto Antiterrorista, sino que lo reivindicaría o al menos acataría sus principios. Porque ese «papelito» caduco es lo que colocó a ETA contra las cuerdas. De ese «papelito» emanan desde la Ley de Partidos Políticos hasta la Orden Europea de Detención y Entrega, pasando por las medidas policiales y judiciales que permitieron desterrar el terrorismo urbano de las calles del País Vasco. Al escuchar a Rubalcaba proclamar que «el Gobierno cumple el Pacto» he tenido, Luis María, la desagradable sensación de déjà vu. Esta película ya la hemos visto. Ya hemos visto a Zapatero suscribir en público el Pacto Antiterrorista mientras en privado su partido dialogaba con los terroristas. Me refiero a las conversaciones que Eguiguren mantuvo con Batasuna antes de la tregua, incluso antes de las elecciones generales de 2004, cuando el entonces candidato del PSOE, un joven de ojos limpios y talante constructivo, recibía información privilegiada de la lucha contra ETA del Gobierno del PP.

4.- «Mentiras lesivas para los intereses de los españoles». Esos contactos previos al alto el fuego fueron desmentidos de manera categórica y reiterada por miembros del PSOE y del Gobierno hasta que, uno a uno, El País los confirmó. De la Vega, con gesto oblicuo y ofendido, los negó tras una reunión del Consejo de Ministros; Blanco, incisivo, nos explicó que no podían existir porque Batasuna «es ilegal y el PSOE respeta la Ley»; y López Garrido remató la faena acusando a Acebes de «estar vinculado patológicamente a la mentira» y quedar «invalidado para la vida política» por denunciar el doble juego gubernamental. Con estos precedentes, Luis María, ¿cómo le vamos a creer ahora al portavoz del PSOE cuando desmiente, entre soflamas de alto voltaje y disparatados juicios de intenciones, la información de Angeles Escrivá sobre el nuevo encuentro del líder del PSE con Batasuna después del bombazo de Barajas, después de que Zapatero anunciara la «suspensión de todas las iniciativas para desarrollar el diálogo» con ETA y cuando los cadáveres de Carlos Palate y Diego Armando Estacio yacían todavía bajo los escombros? Los que dicen «mentiras lesivas» para los intereses de los españoles no son los periodistas ni el PP. Son quienes se empeñan en negociar con una banda terrorista para aislar a esa media España que tiene helada el corazón.

SE ACABO EL CONSENSO CONTRA EL TERRORISMO

Querida Cayetana...

Tienes toda la razón en lo que dices en tu carta río. La situación es tal y como la describes y deriva de lo que yo exponía en mi Canela fina del viernes: Zapatero cambia de socio constituyente. Desde 1978, en cuestiones de terrorismo o territorialidad, las decisiones las han tomado conjuntamente los dos partidos que representan a cerca del 90% de los españoles. Hasta que llegó Zapatero, que ha arrinconado al PP y ha cambiado de socio constituyente, sustituyendo a los populares por nacionalistas y comunistas, quedándose con poco más del 50%. A medio plazo semejante alianza es una desgracia para España pero un acierto para él, que continuará en su madriguera monclovita hasta que termine engullido por la voracidad de los nacionalismos.

Pero, querida Cayetana, si quieres desembarazarte del agobio político, dile a tu amigo Pepiño Blanco que te lleve al espectáculo de Pedro Ruiz en el Reina Victoria. Al margen de algunas ordinarieces, es un derroche de talento que te hará reír a carcajadas. Y, por cierto, Wozzeck en el Real. Me acuerdo del impacto que Schönberg y, sobre todo, Alban Berg y Krenek tuvieron en mi generación cuando éramos jóvenes de verdad, y no como los jóvenes de ahora, que son casi todos ancianos. Por otra parte, si tuviera tiempo me iría a Zaragoza, no sólo para hablar con el político sabio Juan Alberto Belloch y su mujer encantadora, sino para asistir a la dirección de Vasily Petrenko, que es un director de orquesta educado en San Petersburgo y con la fuerza que aquí sólo tiene Inma Shara.

En lugar de freírme la sangre con las mentiras de Zapatero, embustero, he leído estos días la estupenda Antología de poesía mística española, de Antonio Fernández Molina, y también la Poesía china, de Guojian Chen, al que ha puesto prólogo penetrante Valentín García Yebra. Y siguiendo con poemas, son magníficos los de Gunnar Ekelof, el gran poeta sueco traducido por Francisco J. Uriz. Non serviam, se titula la obra. Y no te canso con los últimos libros que ha editado Chus Visor y que me han alegrado el fin de semana.

Magüi Mira nos trae Cuento de invierno, una comedia anticipadora en la que Shakespeare se enfrenta a ese otro terrorismo criminal que es la violencia machista. Y ayer asistí en Móstoles al estreno de El león en invierno, con dirección espectadular de Juan Carlos Pérez de la Fuente, grandes actores sobre la escena y una interpretación deslumbrante de la mejor actriz joven de teatro que hay en España: Celia Freijeiro, a la que Javier Villán propuso el año pasado para la final del premio Mayte por su inolvidable actuación en El color de agosto, de Paloma Pedrero. En fin, Cayetana, no sólo de zapateros vive el hombre y la cultura es hoy un fulgor en Madrid. No dejes, en fin, de ver la erizante exposición de dibujos del escultor Víctor Ochoa en la galería Angeles Penche. Disfrutarás como una enana, más, incluso, que escuchando un discurso de la ministra Trujillo.

Querido Luis María...

Tus líneas evocan el ambiente cargado de los camerinos, el sonido apagado de los aplausos desde el antepalco y los pasos atropellados entre bastidores. Actores y músicos, directores y autores ególatras y geniales, torturados personajes admirados por la multitud. Un lugar común, en definitiva, del que todavía hoy me cuesta alejarme cuando en una de esas raras noches en teatros de una noche tropiezo con la inspiración. Un tópico, sin embargo, que se desmorona cuando los artistas insisten en opinar sobre asuntos políticos. Luppi, con quien yo coqueteaba de niña rubita y porteña, ha dicho que el PP es la derecha «casi gótica», ante la que hay que trazar «un cordón sanitario» por no querer manifestarse contra sí misma. Otro día podemos explorar la imagen de un PP convertido en arbotante del sistema constitucional, en bóveda de crucería de la decencia política. Dejemos la ocurrencia de Luppi en lo que es: un aspaviento antidemocrático, un bufido sectario, una estupidez. A la que sin duda todo el mundo tiene derecho. Incluidos aquellos que viven de nuestros impuestos, como los actores y el presidente del Gobierno.

CUANDO LA MEJOR DEFENSA ES UN ATAQUE

Querida Cayetana...

Así que tú has sido una niña rubita y porteña, enamorada, pobrecita mía, de Federico Luppi. Pepiño Blanco se estará muriendo de celos. Pablo, al alimón con Federico, te hubiera dicho que «el corazón interior no necesita la miel helada que la luna vierte», que «eres la delirante juventud de la abeja, la embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga». Tu desdén es un dios. Sé que Blanco te escribió un día en una servilleta de papel, mientras tú me mensajeabas desde tu móvil: «Rasgué mis venas, tigre y paloma, sobre tu cintura en duelo de mordiscos y azucenas». Y es que, Cayetana, reconoce que resulta muy difícil digerir tus amores adolescentes con Luppi y, aún más, esa imagen del PP convertido en «arbotante del sistema constitucional, en bóveda de crucería de la decencia política».

Y como la mejor defensa es el ataque, el PP debió convocar una manifestación contra el terrorismo antes de que Zapatero e Ibarreche madrugaran a Rajoy. Tras el «accidente» de la terminal 4, el presidente estaba bajo los escombros. Hay que ser torpes para no convocar a la hora de la salvajada una manifestación invitando a todos a participar. Yo hubiera llamado a Aitana Sánchez Gijón para acompañarla. De tu brazo, claro.

Querido Luis María...

Precisamente por respeto a las víctimas que aún yacían bajo los escombros, el PP no convocó a primera hora una manifestación que hubiese sido interpretada en clave partidista. La responsabilidad de unir a todos por la libertad y contra ETA es del Gobierno. Y por primera vez en la Historia, no lo ha hecho. No sólo no convocó la marcha, sino que se encargó de convertirla en una operación de respaldo a su política de diálogo con los terroristas.

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