Montserrat Caballé
Intérpretes: Orquestra Simfònica de Barcelona i Nacional de Catalunya (OBC) y Montserrat Caballé (soprano). Director: José Collado./ Obras de Granados, Chausson, Bizet, Gounod y Massenet./ Escenario: Auditori./ Fecha: 12 de enero.
Calificación: ***
BARCELONA.- Montserrat Caballé debutó en este concierto en el Auditori de Barcelona. Cantó, pues, por primera vez en la gran sala sinfónica a sus 73 años, con 50 de carrera, tan a menudo gloriosa, detrás.
La expectación estaba más que justificada. La gran soprano jugó la carta de la inteligencia y la experiencia para contrarrestar algo tan natural como el déficit de su potencia vocal. Inteligencia en la elección del repertorio; experiencia en potenciar todas las virtudes de su sentido melódico, todos los matices de la expresividad y en preservar lo que queda de su tesoro más propiamente vocal, exponiéndolo con economía y prudencia.
La apuesta era difícil y la soprano la ganó sorteando algunos escollos. Éstos se dieron sobre todo en la primera parte, en la interpretación del Poema del amor y de la mar de Ernest Chausson.La soprano captó sabiamente la atmósfera preimpresionista de esta pieza, rica en esfumados y sutilidades, en los que Caballé es maestra, pero, salvados algunos momentos de expresividad, la interpretación, que jugó en exceso la carta del refinamiento en el recitado con cierto perjuicio de la expansión canora (que debería ser compatible con la delicadeza de la escritura vocal y orquestal), resultó plana y monótona en exceso.
Mejor fueron las cosas ya después de la pausa, cuando Caballé jugó a fondo la carta del melodismo en Arrepentimiento de Gounod y en el lirismo emocionado de la escena El éxtasis de la Virgen de La Vierge de Massenet. Se trata, en uno y otro caso, de partituras que convienen a las actuales posibilidades de la soprano, que en todo momento demostró conocer en profundidad los registros expresivos que hacen contagiosa la emoción y el sentimiento; además el recurso a verdaderas especialidades de la casa, como los fiati y pianissimi, no gratuitamente usados, sino en armonía con el espíritu y la escritura de la mélodie, se reveló efectivo y de buena ley.
En las partes líricas del concierto, Collado supo compaginar con gran acierto los derechos de la escritura instrumental con su papel al servicio de la soprano. Al principio había dirigido con elegancia y casticismo el bellísimo Intermezzo de Granados; por todo eso extrañó que la segunda suite de L'Arlésienne de Bizet, a despecho de las estupendas intervenciones solistas de los vientos, en especial de la flauta, saliera un poco falta de gracia y refinamiento y, en la Farandole final, embarrullada y demasiado fiada al entusiasmo del volumen sonoro.