Martes, 16 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6239.
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 CULTURA
POLÉMICA / Tim Robbins carga contra Gallardón por forzar un posado juntos en el Festival Solidario de Madrid / «Si tiene tiempo para recibir a un actor, también lo tendrá para ir a una manifestación contra el terrorismo, ¿no?», agregó
«Me han utilizado, no he venido aquí a hacerme fotos con políticos de derechas»
QUICO ALSEDO

MADRID.- Se esperaba que diera caña, y no defraudó. En 1992, Tim Robbins parodiaba en Ciudadano Bob Roberts al clásico candidato ultra yanqui tipo Ross Perot -entonces, George W. Bush era todavía el chico malo de la familia-. Ayer, 15 años después, Robbins era recibido en Madrid por un Alberto Ruiz-Gallardón en campaña, y ejercía de inesperado anzuelo electoral como plato fuerte del Festival de Cine Solidario que el Ciudadano Gallardón se ha sacado de la manga.

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¿Final feliz (para el alcalde)? En absoluto: «Me han utilizado. Yo he venido a un festival, no a hacerme fotos con políticos de derechas», diría después el actor.

Pero veamos la película de los hechos. Claqueta. Robbins llega al cine Palafox en coche. La puerta se abre al pie de una alfombra roja para él extendida. Seis metros más allá, con la acera prácticamente cortada y el pasillo humano listo, le esperan Gallardón y su concejala de Servicios a la Ciudadanía, Ana Botella.

El actor se ve obligado a acercarse a ellos, que le cortan el acceso al cine. Los flashes comienzan a saltar. Primero se observa a Robbins dubitativo y a Gallardón con la mano extendida. Luego el actor cede y hay apretón. Juntos avanzan cinco metros entre los periodistas, a trompicones hacia el fondo publicitario del festival (foto a la derecha), listo para los fotógrafos. Allí Gallardón vuelve a querer hacer manitas, y se ve a Robbins sonreír ante tal demostración de cariño. Fin de la escena.

Sala dos del cine, rueda de prensa del actor. Se le pregunta: «¿Comprende que el alcalde no estuviera en la manifestación del pasado sábado?». Responde: «No demasiado, me parece muy sospechoso».

«No lo entiendo muy bien»

Y abunda, sin que nadie le vuelva a cuestionar: «Si tiene tiempo para recibir a un actor americano, también lo tendrá para ir a una manifestación contra el terrorismo, ¿no? No lo entiendo muy bien».

Robbins le reparte luego estopa a George W. Bush, el encuentro termina y el actor se dirige a un grupo de informadores y explota: «Mi intención era apoyar el festival, no salir en fotos con políticos de derechas. Siento que me han utilizado», dice, según la agencia Efe. Telón.

El Ayuntamiento dedicó la tarde de ayer a asegurar que Gallardón no buscaba «una foto» con un actor conocido por su militancia izquierdista, aunque luego quizás se le veía el plumero al proclamar que la dichosa imagen del activista y el alcalde «estaba pactada con su productora», Universal Pictures.

Robbins no es un completo extranjero en España. Ha rodado con Isabel Coixet y la noche del domingo cenó con su amigo Javier Bardem, quien probablemente le situó en la actualidad política, porque el actor californiano terminó su rueda de prensa con un speech en que alabó el «coraje cívico» del «pueblo español» por «manifestarse contra el terrorismo y por la paz». Algo que, aseguró, «no veo capaz de hacer a la gente en mi país». Robbins ponderó el «espíritu colectivo» mostrado en las manifestaciones del sábado, y agregó: «No veo esto ni siquiera en otra ciudades europeas».

El Festival Solidario de Madrid es una iniciativa de nuevo cuño de Ruiz-Gallardón y se enmarca en el programa municipal Oportunidades para el Mundo, de junio de 2006 a abril de 2007 (curiosamente, justo antes de las elecciones).

«Madrid es una ciudad siempre receptiva a nuevas propuestas y abierta al debate constructivo y a la influencia de ideas útiles que sirvan para mejorar la vida de las personas», escribe Ana Botella en el programa del festival.

Timothy Francis Robbins (California, 1958) es una estrella atípica, con fama de pensar lo que dice y decir lo que piensa. Rueda lo que quiere y no atendiendo estrictamente a criterios monetaristas: ha alternado filmes como Prêt-à-porter, Mystic river y Pena de muerte con proyectos mucho más minoritarios.

Casado con Susan Sarandon, Robbins aprendió en casa a decidir por sí mismo: su padre, Gil Robbins, fue líder del grupo folk The Highway Men, y el joven Tim, graduado cum laude en la universidad en 1981, siempre ha parecido demasiado europeo para Estados Unidos. Robbins asumió una posición muy impopular en EEUU respecto a la invasión de Irak por parte de su país, Gran Bretaña, España e Italia.

Fue a contracorriente cuando las hipotéticas armas de destrucción de Sadam quitaban el sueño a siete de cada 10 estadounidenses, y ayer se felicitaba de que hayan cambiado las tornas: «Antes era minoría, menos mal que parece que ya no. El cambio de la opinión pública en noviembre fue abrumador [los demócratas ganaron la Cámara de Representantes y el Senado por primera vez desde 1994], pero parece que Bush no se ha enterado. Su respuesta ha sido la de un comandante en jefe que habla con Dios, ha sido un desprecio al pueblo americano [Bush enviará más soldados a Irak]».

Ya agarrada entre los dientes, Robbins no soltó la presa: «Es un hombre demasiado aislado, cada vez más». El protagonista de Vidas cruzadas habló después de lo mucho que le gusta encarnar en pantalla al enemigo -fue político facha en Bob Roberts, terrorista en Arligton Road y torturador en Atrapa el fuego, su nuevo filme-, así que se le planteó: ¿le gustaría hacer de George W. Bush en la gran pantalla? Amplia sonrisa.

«Ooohhh, si está bien escrito, sí que me gustaría, sí. Podría ser una de esas grandes tragedias americanas, una historia tan triste... No sé si vieron hace poco a su padre presentándolo en un homenaje y rompiendo a llorar, con el rostro desencajado... No sé qué sucede en esa familia, pero podría ser una película muy dura, muy dura», terminó.


'Atrapa el fuego', drama y acción con el 'apartheid' al fondo

'Atrapa el fuego', la nueva película de Robbins, dirigida por Philip Noyce ('El americano impasible', 'El coleccionista de huesos') y presentada ayer en Madrid, pone en solfa los dolorosos tiempos del 'apartheid' en Sudáfrica. En ella el actor hace de policía torturador en los años más duros de Pieter Botha, llevando la batuta en métodos que nada tienen que envidiar a los de la Triple A.

«Son gente muy interesante», dice de aquellos representantes de la 'orden'. «Creían que hacían su trabajo mientras torturaban, pero luego siempre se paga un coste muy fuerte. Pienso que nadie que tortura sale indemne de la habitación. Muchos de ellos cayeron luego en el alcoholismo, muchos policías de entonces están ahora en absoluta reconstrucción espiritual. Uno me decía algo muy fuerte: 'Mi hija está estudiando en la universidad lo que yo hice'».

La cinta mezcla drama y acción sin demasiadas contemplaciones -buenos muy buenos y malos malísimos- partiendo de un caso real: el de Patrick Chamusso, acusado sin pruebas y torturado por volar una refinería cerca de Soweto, y alistado después en las filas del Congreso Nacional Africano para (ahora sí) defender a su etnia con las armas. 'Atrapa el fuego' se rodó en Sudáfrica y Robbins demostró que le gusta tanto involucrarse en lo que hace que hasta se quemó en una escena en la refinería: «Eso no me gustó», bromeó ayer.

«La situación ahora allí es muy difícil. El poder económico sigue en manos de blancos y hay barrios de Soweto en que los negros no dejan entrar a blancos. Los distritos segregados son muy pobres, aunque hay un rayo de esperanza: la situación de la clase media negra ha mejorado. Ellos decidieron no seguir el camino de la violencia, por eso el poder económico sigue en manos de los blancos. ¿Si se podría ir más rápido? Seguro, pero hay que ver todo el trigo segado. Tendrán que pasar muchas generaciones, cinco o seis, para que se vea progreso. Hoy, vas a una discoteca en Ciudad del Cabo y ya ves a gente de 25 años bailando, blancos y negros mezclados. 'Esto hace sólo cinco años era imposible', te dicen. El futuro es de los jóvenes, seguro que ellos van a conseguir olvidar y perdonar».

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