LUIS ALEMANY
MADRID.-
La última imagen que los espectadores españoles tendrán de Julio Bocca sobre un escenario será absolutamente flamboyana: cortinas de satén rojo, postizos y permanentes endemoniadas en el pelo, abrigos de pieles, escorzos sensuales... Ése es look de Adiós, hermano cruel, el espectáculo inédito con el que el bailarín argentino recorrerá España a partir del 7 de febrero (paradas en Madrid, Zaragoza, Valencia, Pamplona, Logroño, Roquetas, Alicante, Cádiz y Bilbao).
La historia no es para menos. Adiós, hermano cruel es el barroquísimo relato de un amor incestuoso entre dos hermanos que termina en tragedia según la inspiración de una novela escrita en el siglo XVI. Como tiene que ser.
Puede que todo este derroche (guión de Elio Marchi, música de Lito Vitale y coreografía de la ya clásica Ana Mª Stekelmann) suene un tanto decepcionante a aquéllos que creen que la larga carrera de Bocca ha sido un camino hacia la contención y la esencialidad. «En absoluto... Yo sólo traté de ser libre, de deshacerme de presiones durante estos 25 años», protesta el bailarín. «Puede que, en lo técnico, sí me haya vuelto más limpio, más cuidadoso... Pero ahora disfruto en el escenario sin que me importe casi nada. Si me caigo, no pasa nada. Si no me sale un giro, no pasa nada. Ahora subo al escenario con más naturalidad que nunca, como el que sale a dar un paseo».
«Esto me ocurre desde hace seis o siete años», continúa el artista. «Antes no tenía las vivencias y las experiencias que permiten trabajar así. Antes me hacía siempre la dichosa pregunta: '¿Le gustará a la gente esto que hago?'...».
En ese caso, es una lástima que el bailarín se despida de la danza ahora que disfruta de ese bienestar casi absoluto. «No diría que soy un bailarín mejor que el que fui. Pero tampoco peor. Soy distinto. Eso sí, veo vídeos de actuaciones mías de hace una década y me quedo horrorizado... ¿De verdad que yo fui capaz de hacer eso? No es que ya no sea tan potente. Es que ni siquiera recuerdo haberlo sido».
¿Suena a broma? ¿O a melancolía? Bocca, que se ha definido a sí mismo como «la cola del gran cometa que fueron los grandes de la danza», se va sin tener muy claro de quién se queda con su testigo. «Hay bailarines jóvenes buenos pero no hay personalidades. O a lo mejor es que ahora hay tanta información que no es posible cultivar ese misterio que tenían los grandes de la danza de hace 50 años... No sé si la melancolía tiene que ver con eso pero hay mucha gente que está desilusionada con la manera en que han evolucionado las cosas. ¿Yo? No diría que estoy desilusionado pero sí extrañado».
Por un momento, Bocca parece añorar la edad romántica de la danza, como si el bailarín argentino no hubiese sido uno de los grandes divulgadores a nivel popular de la disciplina. De hecho, su larguísima gira de despedida incluye un buen número de actuaciones gratuitas y masivas y alguna escala en ciudades de provincias, ajenas al circuito habitual de una compañía de danza de primer nivel. «Cuando actúo en un parque para 50.000 personas me encuentro con espectadores tan respetuosos como en los teatros. El arte es para todos y está bien que lo compartamos».
Así, cansado pero generoso, se muestra Julio Bocca 11 meses antes de despedirse de los teatros. Un año escaso que el fundador del Ballet Argentino y antiguo bailarín estrella del American Ballet Theatre de Nueva York terminará ante una multitud en la Plaza del Obelisco de Buenos Aires. «Y después, nada. Lo único que tengo programado es un viaje a la Antártida donde no hay nadie ni nada que hacer».
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