El equipo McLaren 2007 se presentó con estruendo. La escudería fundada por Bruce McLaren en 1963 y que ha sumado 11 títulos enseñó ayer en Valencia su inmenso poderío. Una sonrisa derrochadora para brindar por el inicio de un tiempo de ilusión con Fernando Alonso en el centro del lujoso universo en el que se mueve el equipo británico, historia viva de la Fórmula 1 y orgullo del Imperio. Desde que en 1995 se brindó a lo grande por la llegada de Mercedes a la entidad, ninguna puesta de largo tuvo nada que ver con la de ayer. Hace 12 años, en el Albert Hall de Londres, un concierto de Jamiroquai y de las Spice Girls dio la bienvenida a la marca alemana de coches y a la tabaquera West. Pero en 2006, ni siquiera se hizo un acto formal, más allá de una discreta sesión de fotos.
Ahora la moderación ha quedado atrás. Tienen al bicampeón. Y tienen los 50 millones de euros anuales de Vodafone. En la futurista atmósfera que se respira en la Ciudad de las Artes y las Ciencias se desarrolló una jornada de excesos publicitarios, de agasajos y buenos augurios. A las 19.14 horas llegaron al recinto los cuatro pilotos, los titulares (Alonso y Hamilton) y los probadores (De la Rosa y Paffett) montados en Mercedes descapotables. Desvelaron ahí el mono rojiblanco que portarán en 2007. El matiz colorado (un Pantone 485 más vivo en los coches que en la ropa para aumentar su impacto televisivo) es la señal a seguir para la afición española. Desde el aeropuerto de Manises, los mensajes indicaban el camino hacia el centro del acontecimiento. Bajó las blancas columnas levantadas por Calatrava, los camiones de McLaren escondían los monoplazas. Entre los lagos artificiales, el equipo montó un box de donde partieron los pilotos para realizar la exhibición ante más de 200.000 personas. Seis horas antes había público esperando en las rotondas.
«Hola, Valencia», saludó Alonso, convertido en maestro de ceremonias ya en la noche azulada que pintó el Circo del Sol antes de enseñar el elegante nuevo coche, el MP4-22. Góndolas, saltos, globos, fuegos artificiales, gigantes y cabezudos en, seguramente, el mayor espectáculo con tintes deportivos que se ha llevado a cabo en España desde la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Pedro de la Rosa, en McLaren desde 2003, jamás vio algo parecido. Mostraba su asombro ante la fastuosidad.
McLaren, junto a los dos patrocinadores que conforman la nomenclatura del equipo, Vodafone y Mercedes, manejaron Valencia a su antojo para transformarla en un fabuloso escenario para vender su producto. Deporte y empresa entrelazados para beneficio mutuo. «El impacto de la F1 en España es un fenómeno único, increíble. Las audiencias televisivas superan en proporción a las de países con más tradición. Debemos aprovecharlo. Es el ejemplo para promocionar nuestro deporte en otros lugares», analizaba Ron Dennis, director de la escudería.
Desgranaba a la hora de comer su siempre trascendente discurso con un walkie talkie en la mano, atento a los detalles de la mayúscula organización. Una inversión enorme para lucir en la ciudad la refundación de un equipo que pretende, de la mano de Alonso, recuperar la gloria perdida. «Intentar ganar de nuevo el Mundial, ahora con un equipo nuevo, es un reto que me motiva», dijo el asturiano con la fría ambición que le ha llevado a convertirse en el rey más joven en la historia de la Fórmula 1.
Parecía contento el asturiano, a pesar de la sobreexposición a la que se vio sometido en un día diseñado para las cámaras. Por la mañana posó con el nuevo coche en una sesión privada de fotografía, y a mediodía saltó de mesa en mesa en la comida con la prensa, repartiendo saludos y obedeciendo al detalle el estricto guión marcado por McLaren. Apenas probó bocado del castizo menú (jamón ibérico y paella) servido a los periodistas, el 80% extranjeros.
Le conducía con firmeza la jefa del gabinete de comunicación de la escudería. «Only five minutes [sólo cinco minutos]», marcaba cada vez que Fernando tomaba asiento. «Sólo en inglés, tíos, que en español no me dejan», recordaba, obediente, el idioma oficial del evento. «No me han metido presión para ganar el título, pero sé que la experiencia de los dos últimos años ayudará al equipo. Quieren ganar, y yo también».
Alonso reconoció que el espíritu dentro del equipo es optimista, pero asume las dificultades que tendrán en el comienzo de la temporada. Hay demasiadas novedades que ajustar. Los dos pilotos son nuevos, él y Hamilton, y los neumáticos a utilizar (Bridgestone en vez de Michelin) también. «Tenemos que mejorar tres o cuatro cosas y trabajar para llegar al 100% al inicio del Mundial». Quiere mayor sencillez en su aparatosa escudería. Ya desea empezar a ensayar. Mañana arranca en Cheste.