JESUS ALCAIDE
MADRID.-
Habría esbozado una sonrisa y habría mirado hacia otro lado si alguien le hubiera asegurado en julio que seis meses después, su fortificado centro del campo compuesto por Emerson y Diarra, ésos que le garantizaban una temporada con apenas cuatro derrotas, se habría desintegrado. Incluso Fabio Capello ha tenido que admitir que en fútbol, dos y dos no siempre suman cuatro y que nadie está en posesión absoluta de la verdad. Ni siquiera él.
Los malos resultados y el peor juego, atenuados por la irregularidad de los rivales en la lucha por el título, le han hecho cambiar de símbolos. En su metalúrgico centro del campo se ha infiltrado un futbolista que va a contracorriente del capellismo. Fernando Gago, apenas 20 años, pero armado con la actitud canchera de todo jugador de Boca, pide paso a gritos, pero con toque y ritmo pausado.
Durante largos e interminables meses de competición, el Madrid se ha automutilado por la persistencia de Capello en alinear a dos clones para los que crear juego, pasar correctamente al compañero de al lado, es una misión tan complicada como construir un puente con un cuchillo y un tenedor. Tampoco se han distinguido en su supuesta especialidad, el robo y la recuperación. Y la solución momentánea ha pasado por un futbolista que no se identifica con el estilo directo y frontal de Capello. Gago no es de ese trazo. Pide el balón, quiere que pase por su zona, pretende llevar el ritmo del juego, se ofrece siempre y lo único que necesita es movilidad a su alrededor, compañeros que se acerquen, que se desmarquen para facilitarle las líneas de pase.
Ya el día del sonado fracaso ante el Depor, trató de imponer su estilo, pero se estrelló por el estatismo de su equipo y por la gran presión de los jugadores de Caparrós. Perdió muchos balones en zonas de riesgo, pero su personalidad es arrolladora. Él no va a cambiar su estilo. Y ante un Zaragoza blando y poco aplicado en la marca, organizó un monólogo de pases correctos, sencillos unos, verticales y atrevidos otros, que sirvieron para que al menos su equipo por fin dejara de estar sometido a la iniciativa del rival. El Madrid tuvo el balón, al menos en la primera parte. Gago sí puede hacer jugar a un equipo, aunque para ello precisa la total colaboración de sus compañeros, la sumisión de éstos a su compás y su ritmo.
Ha costado mucho, pero esos 20 millones no le han pesado en su arranque. unto a Higuaín, ya ha conseguido que los fichajes de invierno tengan mejor aspecto que los cinco de verano. Los 10 goles de Van Nistelrooy, muy espaciados, son lo mejor que se puede sacar del discreto grupo formado por el holandés con Cannavaro, Emerson, Diarra y Reyes.
Mientras se adapta a sus nuevos compañeros, el futuro 5 del Madrid (por ahora lleva el 16) ya ha disfrutado de visitas al museo del Prado, demostrando que sus inquietudes no se circunscriben al fútbol.
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