Martes, 16 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6239.
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A FONDO
Rajoy fustiga sin perdón a Zapatero
CASIMIRO GARCIA-ABADILLO

El debate de ayer puso de manifiesto que no hay ninguna posibilidad de que el Gobierno y el PP lleguen a algún acuerdo de fondo en política antiterrorista.

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El presidente ofreció en su comparecencia su perfil más lastimero. Todavía convaleciente tras sus dos semanas de pasión después del atentado, comenzó reconociendo su «error» al alentar expectativas sin fundamento en su rueda de prensa del 29 de diciembre. A partir de ahí, construyó un discurso lleno de buenas intenciones en el que quiso abarcar a todo el mundo: no sólo a los partidos políticos, sino a las instituciones, los sindicatos...; en fin, a los 44 millones de españoles.

Pero, ¿cómo poner de acuerdo a ERC, que ayer volvió a defender abiertamente la vía del diálogo con ETA, y al PP, que apuesta por la derrota del terrorismo sin paliativos?

El presidente no quiere entender que una cosa es estar genéricamente contra la violencia y otra muy distinta llegar a un consenso para acabar con ETA.

Por ejemplo, seguramente ERC y el PNV consideran que, para acabar con la violencia, sería bueno derogar la Ley de Partidos políticos y legalizar Batasuna. Sin embargo, el PP cree que la mejor forma de derrotar a ETA es la vigencia de dicha norma, mantener ilegalizada a Batasuna e instar a la ilegalización del Partido Comunista de las Tierras Vascas.

Es decir, el presidente propone un consenso tan genérico que, en la práctica, no sirve para nada.

Zapatero se quejó reiteradamente de la falta de apoyo de Rajoy. Pero es que el líder de la oposición ha sufrido en varias ocasiones el escarnio de ver su buena fe maltratada por los desaires y la falta de lealtad del presidente del Gobierno.

Zapatero necesitaba dar ante los ciudadanos la imagen de que intenta recomponer el consenso con el PP (las encuestas han puesto nerviosos a los estrategas que apostaban por los réditos electorales del aislamiento de la «derecha extrema»). Por esa razón, ofreció la reunión de la Comisión de Seguimiento del Pacto contra el Terrorismo. Pero no dijo lo que el líder de la oposición le pidió en repetidas ocasiones y la mayoría de los españoles esperaba escuchar de sus labios: «El diálogo con ETA está roto definitivamente».

En resumen, lo que pretende el presidente del Gobierno es un imposible: por un lado, que el PP le dé un respiro en su política antiterrorista; y, por otro, dejar abierta la puerta al diálogo con ETA. No se puede sorber y soplar al mismo tiempo.

Por su parte, Rajoy estuvo implacable, duro, y no dio al presidente ninguna opción para un futuro acercamiento; es más, parece que la única posibilidad de que vuelva a producirse un consenso entre el Gobierno y el principal partido de la oposición es que ETA cometa de nuevo atentados en serie.

El líder del PP hizo bien en exigir a Zapatero claridad, definición sobre sus planes de futuro, respuestas que no den margen a la interpretación, a la ambigüedad. Seguramente, muchos militantes del PP estarán encantados con esta versión a lo Clint Eastwood de su líder.

Sin embargo, el debate de ayer no era una pelea circunscrita a las distintas parroquias. No era un duelo más. La mayoría de los españoles esperaba de sus políticos un poco menos de partidismo y un poco más de generosidad.

Seguramente, en Rajoy pesaron demasiado los componentes personales, esa desconfianza ya insalvable que le hace ver detrás de cada propuesta del presidente otro anzuelo para hacerle picar.

Estando del todo de acuerdo con su enfoque sobre el problema terrorista (con ETA el único camino es el de la derrota total), probablemente el líder de la oposición debería haber tenido un poco más de mano izquierda y no cerrar completamente la puerta a la posibilidad de una rectificación futura por parte de Zapatero.

Así las cosas, lo que nos espera de aquí a las elecciones generales es una sucesión de choques frontales entre la oposición y el Gobierno. Es decir, un final de legislatura tan largo como bronco.

Eso fue lo peor del debate. La pérdida de cualquier esperanza de que ETA pueda ser derrotada en virtud de un consenso democrático.

casimiro.g.abadillo@el-mundo.es

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