El pasado día 7, Barzan expresó su indignación en el diario Asharq Awsat por la controvertida muerte de quien fuera su hermanastro en lo que constituye su última entrevista. «Es una vergüenza que estas cosas puedan ocurrir, bailar alrededor de un cadáver y golpearle», dijo al conocido periódico refiriéndose a las posibles exacciones que sufrió Sadam.

Ayer, Barzan y Awad no pudieron eludir la muerte por segunda vez y sus verdugos tampoco evitaron la polémica después de que se conociera que Tikrit quedó decapitado al ser colgado del cuello. La sentencia se cumplió en la madrugada iraquí en el mismo recinto de Kademiya, en Bagdad, donde murió Sadam. La ejecución adquirió tintes macabros cuando un responsable iraquí mostró un vídeo a la prensa en el que se advertía claramente la cabeza de quien fuera también jefe del servicio secreto separada de su cuerpo, que quedó tirado en el suelo en medio de un espeluznante charco de sangre.

La grabación muestra primero a los dos convictos vistiendo un traje de presidiario rojo. Después se observa cómo cinco verdugos los colocan el uno junto al otro y les cubren las cabezas con capuchas negras. La filmación exhibe el instante en que ambos caen a través de la trampilla y el violento tirón que genera la soga alrededor del cuello de Barzan le arranca literalmente la testa.

«Pensé que Barzan había escapado de la soga. Grité que se había escapado y me adelanté para buscarlo. Cuando me acerqué, vi que la cabeza se le había separado del cuerpo», explicó Yafar Musaui, el fiscal del Estado, a la cadena BBC.

Aunque los expertos confirmaron que este inusual incidente se puede producir durante un ahorcamiento, lo acaecido tan sólo contribuyó a reactivar la indignación que ya generó la muerte de Sadam entre numerosos líderes de la minoría suní, que rechazaron de inmediato la explicación oficial. «Es imposible que pase eso. El Gobierno ha mutilado su cuerpo y eso es una violación de la ley. Queremos ver el vídeo que tomaron durante la ejecución para probar lo que estamos diciendo», declaró el diputado Jalaf Olayan, miembro de la principal agrupación suní en la Cámara Legislativa.

El turbulento final de Sadam ya contribuyó a exacerbar la desbocada tensión sectaria que se ha apoderado de Irak. Desde esa fecha, decenas y decenas de cadáveres -ayer fueron una treintena- aparecen a diario en Bagdad con claros signos de haber sido torturados salvajemente y después asesinados.

El Gobierno iraquí se apresuró a intentar contener una nueva trifulca pública asegurando que todo fue un accidente, que no difundirían vídeo alguno del suceso y que durante todo el proceso se respetó la dignidad de los reos sin que éstos tuvieran que escuchar abusos verbales como hizo Sadam. «Los presentes firmaron un documento jurando no violar las normas. Nadie gritó proclamas ni dijo nada que pudiera empañar la ejecución. Ninguno de los convictos fue insultado», precisó el representante del Ejecutivo, Ali Dabagh.

Tanto Barzan como Awad fueron condenados a muerte, como el ex dictador, por su responsabilidad en la represión subsiguiente al intento de asesinato contra este último en la villa chií de Dujeil, en el año 1982. Para Bassam Huseini, asesor del Gabinete, lo ocurrido durante la jornada fue precisamente un simple «acto de Dios» como venganza por los desmanes del fallecido, quien fue acusado durante el juicio de meter a varias de sus víctimas en máquinas de picar carne.

La desaparición de Barzan, odiado por la mayoría chií, fue acogida -como ya lo fue el caso de Sadam- con bailes, tiros al aire y muestras de regocijo en los barrios de Bagdad en los que esa confesión es mayoría. «Es una gran alegría desembarazarse de cada tirano que asesinó a iraquíes. Ése es el destino de todos los asesinos», manifestó desde Kerbala, una ciudad chií del sur de Irak, Yamal Taai. En Tikrit, de donde procedía también Barzan, la respuesta fue diametralmente opuesta. Los residentes locales colgaron pancartas negras rindiendo homenaje a los que calificaron de «mártires».

Horas después, varios cientos de personas se congregaron en Awja, la pequeña aldea cerca de Tikrit donde nació Sadam y están enterrados sus restos, para asistir a las exequias de los dos fallecidos. Ambos fueron sepultados en dos tumbas excavadas en el exterior del recinto fúnebre donde está ubicada la tumba del difunto dictador. Allí, según relataron las agencias, los disparos al aire fueron signo de indignación. Las ráfagas se entremezclaron con proclamas de odio dirigidas a los chiíes.