RUBÉN AMON. Corresponsal
PARIS.-
La primera visita oficial del candidato Nicolas Sarkozy se produjo ayer en la abadía del Mont Saint-Michel, símbolo de las raíces cristianas francesas y corolario de la homilía retrospectiva que el ministro del Interior galo ofició el domingo en la multitudinaria ceremonia de investidura.
La piedad religiosa de Sarko y su estatura de hombre de Estado han ahuyentado a quienes esperaban un discurso lepenista y guerrillero. Empezando por la familia socialista, cuyo primer secretario, François Hollande, pareja de Ségolène Royal (candidata socialista), considera indignante que el aspirante al Elíseo del centro derecha (UMP) se apropiara anteayer de las referencias ajenas (Jaurès, Zola y Albert Camus). «No aceptamos que se nos sustraiga nuestra herencia política. Pobre Jaurès. Se levantaría de la tumba si supiera que su nombre se ha utilizado vanamente en un congreso de la derecha francesa», lamentaba Hollande.
Es una prueba de la incertidumbre y del nerviosismo que rodea el acuartelamiento del Partido Socialista (PS), aunque la ecuanimidad de Sarkozy en la ceremonia de investidura y el trasfondo cultural de su discurso han provocado sorpresa en muchos otros ámbitos mediáticos. Sirva como ejemplo el editorial de Le Monde, cuyo párrafo más suculento reconoce que la «mutación» de Sarkozy y su capacidad de moverse en varios registros representan una amenaza a Royal camino de los comicios presidenciales.
Y es que el ministro del Interior admitió haber cambiado. Desprovisto del veneno y de sus viejos ademanes policiales, Sarko prometió erigirse en el presidente de todos los franceses. Es decir, que su espectro electoral aspira a consolidar el centro y captar, incluso, a los electores de la izquierda. Un sondeo publicado en Libération refleja que Sarkozy tiene más credibilidad que Royal en el ámbito de las categorías humildes y desfavorecidas. Seguramente porque la candidata ha exagerado su agenda internacional y ha desaparecido cuando surgió el debate de los sin techo.
Se promete un duelo apasionante, aunque el ceremonial del domingo ha tenido a favor de Sarkozy un efecto catártico. No tanto por el consenso de su candidatura -logró el 98,1% de los votos- como porque el tono conciliador de su discurso ha disciplinado al centro derecha y ha dejado fuera de toda lógica la hipotética candidatura de Chirac.
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