ANNA R. ALOS
Cambian los nombres de las pasarelas, los presidentes, los políticos, las modas. Lo que no cambia, ni a propósito, es el trasfondo del backstage en el primer día de Pasarela Barcelona y en el nuevo escenario habilitado, el del BTM (Barcelona Teatre Musical).Allí, entre bambalinas, sigue pasando de todo y más. Con un valor añadido en esta tercera edición de la Pasarela, el de la solidaridad porque, si no ha cambiado el contenido de la trastienda, sí lo ha hecho la configuración. Allí nadie encontraba nada, ni siquiera a sí mismo.
Traten de imaginar a la actriz Leticia Dolera -brindemos con algún cava, patrocinador ausente en esta edición, para que la fama no cambie a esta niña, hoy encantadora y amable-, traten de imaginarla, les decía, trotando por los pasillos en busca de maquillaje y peluquería. Están en el subsuelo, en un sótano en el que Baudelaire plantaría las flores del mal. Pero una vez allí, en el mundo de la estética, una se alivia al reconocer los rostros de bien de Neus Tutusaus y sus niñas -las maquilladoras- y de Marcel, el peluquero. «Todo en orden, estoy en casa», piensa una.
Primera muestra de solidaridad, la de un pasillo repleto de modelos y periodistas indicándole a Leticia el camino a la belleza. Segunda muestra, el apoyo a quien, ante una desesperada búsqueda del excusado, pensó, incluso, en «dejar garbanzos por el camino, como Pulgarcito, para encontrar la ruta de vuelta». Y es que hay que ser prudente y no llegar al límite de la continencia dada la distancia que hay de la pasarela hasta allí, hasta el excusado. No sé si Sita Murt llegó a tiempo o hizo aguas. Sí sé que su jefe de prensa, Alex Estiles, supo del asunto y optó por contenerse mientras escapaba de las garras de Eugeni Alemany, reportero de CQC, valenciano, que vestía una genial chaqueta de terciopelo negro con rayas blancas y etiqueta de H&M que le había prestado su cámara, un argentino de doble tamaño que él.«Por eso la boata de los hombros me queda así como caída», me contaba. Y en una silla, una señora con pinta de abuela en cumplimiento del deber, meciendo un bebé de mínimo tamaño, el recién nacido hijo de Miriam Ponsa. Tercera muestra de solidaridad, porque si la mamá desfila y da el pecho, al bebé le toca backstage y la abuela lo secunda.
Grato impacto, por cierto, al entrar en el primer desfile el de TCN. Además de gradas a rebosar, en la primera fila una representación de las fuerzas vivas de Cataluña: el alcalde Jordi Hereu (con los ojos muy abiertos y la rodilla izquierda al compás de la música), Xavier Trías (combinando marrón y negro), Artur Mas (ganador por puntos en la indumentaria: traje, calcetines, zapatos y camisa en gama de marrones con punto gris), Alberto Fernández Díaz (de azul clásico, oscurito y con la pinta de pulido de siempre), Angeles Esteller (traje pantalón de corte impecable con jersey de cuello alto blanco), Miquel Valls, (también de clásico), Víctor Albero (con la corbata amarilla, la más osada), Paco Flaqué y Josep Maria Donat, de súper expertos y sobrados del tema, como toca. Allí, todos reunidos, con sus corbatas de nudo Windsor, viendo como desfilaban las perversas Lolitas, con taconazos y calcetines de borlas con que la diseñadora Totón Comella deleitó a la audiencia. De Montilla, Carod y Saura, ni rastro.
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