Cuentan que la concienciada y seductora estrella, defensor de causas perdidas y problemáticas, alguien que además de fama internacional, posee algo infinitamente más valioso e incomparable denominado prestigio, finalmente cedió al rito de la cortesía forzada, o la encerrona inevitable, y aceptó el apretón de manos, aunque más tarde declare algo tan escandalizado, tardío y obvio como: «Me han utilizado, yo he venido a un festival, no a hacerme fotos con políticos de derechas».

Se supone que el tiempo de un profesional tan ocupado como Tim Robbins es muy valioso, que no le sobra para derrocharlo en convocatorias con titulación tan patética como Festival de Cine Solidario. Podían haber añadido en el enunciado «Y también de Mensaje». ¿Qué género es ése del cine solidario, en qué se nota, con qué se cocina, cómo se come, cuál es su esencia y su mérito, para qué sirve? No existe ningún director de cine que respete o admire, cuya suprema o mínima ambición artística sea hacer películas solidarias.

Comprendo que hay mogollón de listos en este país que pueden comer todo el año gracias a los infinitos festivales de cine, mayoritariamente inútiles, desvergonzados, surrealistas y lamentables, invariablemente subvencionados con dinero público que los filantrópicos donantes (concejales, alcaldes, asesores culturales, gente de ésa) creen que van a amortizarlo políticamente, que se organizan en nombre de la violada y manipulada cultura, pero se supone que los que se alimentan de ese negocio común son buscavidas de clase ínfima. Comprendo que Robbins se sienta mal por prestarse a un esperpento. Le ocurre por no informarse antes, por su excesivo apego de su conciencia cívica al abstracto concepto de la solidaridad.

Y entiendo que el PP no anda sobrado de artistas con enjundia. Que por razones de tradición y de coherencia, casi todos los que gozan de pedigrí pertenecen a esa media España que, según el científico e incontestable dictamen del antropólogo y psicólogo, Jiménez Losantos, es boba de solemnidad, pero, si intentan salir en la foto con un bobo foráneo como Robbins, se exponen a que el muy artero les suelte una coz. Su captación debería limitarse a los conversos. Sólo tienen que ajustar el precio.