ORFEO SUAREZ
La privacidad no es eximente de la prudencia que debe guiar los pasos de cualquier personaje público. Apelar a la traición mediática de poco sirve cuando se ha puesto la conciencia al descubierto. Que se lo digan a Luis Aragonés y al «negro de mierda» que le perseguirá hasta su retiro. Incluso el propio Florentino Pérez tuvo su desliz particular cuando en su dacha de la calle Alcocer, con un micro en ON, dijo que el Premio Príncipe de Asturias, negado al Madrid, era cosa de catalanes, con los que tantos negocios había hecho.
Pero Calderón no es Florentino, cuyo manto le protegía como vicepresidente mientras charlaba impunemente durante largas sobremesas en restaurantes de la capital donde la familia del fútbol al completo, y no sólo los jugadores, no pasa por caja. Ahora es presidente, el presidente del Madrid, y las confidencias de ese poderoso personaje no deben jalearse. Pero al parecer ni Calderón ni el inoperante aparato de comunicación del Madrid lo han entendido. El dirigente se ha puesto ahora al descubierto frente a los futbolistas, a los que ha tachado de mimados, ineptos y tacaños. Lo ha hecho, además, en el momento más inoportuno, cuando el equipo acaba de tomar aire después de una crisis muy mal gestionada, con una magnánima afición y unos rivales a la baja. Lo mejor es que se excuse y se calle.
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