ANDRÉS CORPAS
VILLARREAL.-
Beckham no está solo. No es el único al que su club ha sentenciado a muerte y le ha anunciado que no volverá a jugar con la camiseta de su equipo. Junto a él, a unos cuantos kilómetros de distancia, se encuentra Juan Román Riquelme. El astro argentino ya es parte del pasado del Villarreal. Ya no es su líder, sino un recuerdo.
¿Qué ha hecho llevar a Fernando Roig a prescindir de su máxima estrella? Parece extraño, pero han sido sus divinidades. Riquelme tiene dos mitades: una humilde y otra soberbia. La segunda ha vencido a la primera y ahora está encerrado en su casa buscando un nuevo destino, lejos del equipo al que ha dirigido en los últimos tres años y medio.
Desde su llegada al club amarillo, han sido muchos los caprichos que le han consentido. Entrenarse sin ritmo, no pesarse, pedir más vacaciones, marcharse a Argentina, exigir dos semanas para irse a ver nacer a su hija Lola... Fernando Roig se lo permitió todo. Hasta que explotó, cuando el genial mediapunta sobrepasó los límites de lo normal. Tras la goleada ante Osasuna (1-4), la estrella ya no era la misma. En una tensa reunión en el vestuario después de ese choque, el argentino pidió al máximo mandatario más vacaciones... mientras éste exigía un mayor compromiso. No acabó ahí la cosa.
Lejos de cumplir el deseo de Roig, Riquelme se borró para el encuentro ante el Racing para irse a su país e iniciar las vacaciones navideñas antes que sus compañeros. Punto final. El entrenador, Manuel Pellegrini, dijo basta, y con el apoyo del presidente, le apartó del equipo. La renovación del técnico por una temporada impide la reconciliación. Ahora busca equipo. Se entrena, sí, pero no juega. Ya no goza de un parking privado como antes en la Ciudad Deportiva y tiene que ir a por su coche a la otra punta del recinto. Ya no tiene privilegios.
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