PABLO GAYA
El inversor español promedio, de igual manera que la mayoría de los inversores del planeta, tiene tendencia a fijarse mucho en su Bolsa nacional y considera que un 30% de subida ha sido el objetivo de rentabilidad para 2006. No piensan igual el japonés (+6,92%), el norteamericano (+13,62%), el francés (+17,53%) y el alemán (+21,98%) por no mirar más allá. Los inversores prefieren sus propios mercados locales, lo que denota que perciben más riesgo en lo lejano o desconocido. Por lo tanto, ¿sería lógico concentrarse en la Bolsa española en el futuro? Este argumento nos habría llevado a invertir fundamentalmente en la plaza canadiense en 2005 o en la austrica en 2004, puesto que estos fueron mercados que lograron una máxima rentabilidad en esos años. Pero no consiguieron mantenerse en tan buena posición durante más tiempo y otros les reemplazaron. Buscar los mejores en cada momento implica que siempre llegaremos tarde a las compras y nada hay más pernicioso para los futuros rendimientos que unas compras realizadas a altos precios. Éste podría ser el caso español en la actualidad que, debido a la fiebre corporativa y al increible impulso del sector del ladrillo, ha situado a muchas de sus acciones a precios prohibitivos y peligrosos. De cara al futuro, diversifique su cartera en varias áreas geográficas lo que le permitirá ganar de los mercados alcistas y no perder mucho de los bajistas. Preste atención a las compañías de orientación global que ofrecen buenas perspectivas ayudadas del crecimiento futuro de la economía mundial, con independencia de sus diversas áreas geográficas.
Pablo Gaya es director de Análisis de Capital at Work.
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