En primer lugar, ETA ha podido comprobar que lo que históricamente le ha hecho más daño -reconocido por la propia banda terrorista en sus documentos internos- es irrecuperable. El Acuerdo por las Libertades y contra el Terrorismo que, efectivamente, presidente, usted propuso y firmó en el año 2000, pero que también, por contarlo todo, rompió unilateralmente cinco años mas tarde, está muerto. Zapatero no quiere ahora ese Pacto porque no desea primar la relación con el PP en detrimento de sus socios nacionalistas. Zapatero quiere perseverar en la estrategia que ha presidido su acción política desde que llegó a La Moncloa: el aislamiento total y absoluto del centro-derecha, sacrificando para ello, como ha sido el caso, el consenso que siempre ha existido entre los dos grandes partidos nacionales en la lucha antiterrorista.

Una de las principales virtualidades de ese Pacto residía en que lo hubiesen firmado los dos partidos que en la práctica tienen posibilidades reales de gobernar en España y que, en ese sentido, el mensaje para ETA era letal: «Pierdan toda esperanza, porque gobierne el PSOE o lo haga el PP no van a conseguir ninguno de sus objetivos políticos». ¡Eso es lo que le hizo daño a la banda terrorista! ¿O es que acaso alguien piensa que a ETA le incomoda o le preocupa lo más mínimo un pacto de Zapatero con Llamazares, Duran Lleida, Labordeta, Lasagabaster o Paulino Rivero, pongo por caso, con gran respeto a todos los citados?

En segundo lugar, ETA ha confirmado algo que ya sabía hace tiempo: la renuncia de Zapatero a derrotarla con la Ley y con el Estado de Derecho. El presidente no busca la derrota de la banda, sino que sigue apostando por la vía del apaciguamiento y de la negociación. Ahora, con dos cadáveres encima de la mesa y un edificio emblemático derrumbado, Zapatero sumergirá el proceso durante algún tiempo, pero en cuanto pueda volverá a retomar el diálogo y la negociación con la banda terrorista.

A pesar de lo desalentador que resulta comprobar la sima que se ha abierto entre el PP y el PSOE; a pesar de lo descorazonador que resulta ver a un presidente noqueado, sin capacidad de liderazgo, dispuesto a seguir negociando con ETA en cuanto pueda, lo único que mantiene viva la esperanza es saber y conocer la fortaleza moral de la sociedad española, que en otras ocasiones muy delicadas ha sabido ir muy por delante de sus gobernantes. Es esa misma sociedad que ha estado al lado de las víctimas del terrorismo; la misma que quiere como el que más la paz, pero con libertad y sin que haya que pagar un precio político por ello, la misma que está tomando buena nota de lo que está haciendo Zapatero y que en el momento procesal oportuno será implacable con el que, sin ninguna duda, ha sido el peor presidente del Gobierno que ha tenido nuestra democracia.