La sanción impuesta por el general jefe de la Guardia Civil en el País Vasco -ocho días de empleo y sueldo- acaba de ser confirmada por la Sala de lo Militar del Tribunal Supremo, que ha desestimado el recurso interpuesto por uno de los funcionarios.

Los hechos ocurrieron sobre las 21.15 horas del 16 de septiembre de 2003. Un capitán sorprendió a los dos guardias «sentados y absortos» en la contemplación de la pantalla del ordenador desde el que se controlan las cámaras de seguridad de las viviendas del cuartel que tenían el deber de vigilar.

Cuando el oficial les preguntó qué estaban viendo, los guardias admitieron que era una película, San Valentín sangriento. «Hace un momento que la hemos puesto», esgrimieron.

El capitán les ordenó que dejaran la película y volvieran a conectar el sistema de visualización de las cámaras de seguridad que rodean la casa cuartel. Los guardias, sin embargo, no pudieron hacerlo porque el ordenador se había quedado bloqueado. El circuito de vigilancia con cámaras estuvo inutilizado de 30 a 40 minutos, hasta que fue posible reiniciar el sistema.

Para evitar todo tipo de distracciones, la disquetera y el lector de CD del ordenador habían sido inutilizados por el Grupo de Apoyo en Tecnología de la Información (GATI) de la Guardia Civil. Pero la máquina disponía de dos puertos USB habilitados para su uso, por lo que resultaba factible la conexión desde un periférico externo (disco, CD o pendrive) de un archivo informático de cualquier tipo.

El guardia sancionado que recurrió al Supremo alegó, precisamente, que no se había probado la infracción porque no había ningún aparato conectado al ordenador ni el GATI encontró rastro informático de que se hubiera estado visionando una película.

La Sala de lo Militar le responde que el miembro del GATI que testificó en el proceso indicó que las posibilidades de grabar o visionar cualquier archivo en el ordenador no se limitan al uso de un periférico externo. El especialista añadió que el visionado de una película en el ordenador no crea un registro de tal hecho ni un archivo residual que no pueda ser borrado de forma sencilla.

No ha tenido más éxito la alegación de que el capitán que sorprendió a los dos distraídos dio una versión equivocada porque cuando él llegó el ordenador ya estaba bloqueado.

Para el Supremo, no hay datos que permitan cuestionar la credibilidad del oficial, cuyo testimonio «no ha sido rebatido» por el recurrente.