Miércoles, 17 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6240.
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 MADRID
Urbanismo
La parte femenina de la M-30
Un tramo del soterramiento de la circunvalación está en manos de ingenieras. Ellas reconocen que les cuesta más llegar a puestos de responsabilidad. Dicen que son el futuro, pero narran lo difícil que es conciliar una obra con la familia
CARMEN SERNA

Les cuesta sudor y lágrimas enfrentarse cada día a una obra, la M-30, que avanza contra el reloj de la inauguración. En esto, reconocen, igual que a sus compañeros de trabajo. Sin embargo, no siempre es igual. Son ingenieras de Camino, de Minas o de Topografía, algunos ejemplos de las pocas mujeres que se codean entre excavadoras, planos y obreros en el barro de una gran infraestructura. «Afortunadamente, no somos una anécdota, sino más bien el futuro», advierten una a una cuando se les pregunta por su todavía escasa presencia.

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Sofía, Beatriz y Teresa trabajan para Ferrovial en el tramo de soterramiento de la M-30 desde el puente de Segovia al de San Isidro. Felisa y Nati, en Acciona, en el tramo siguiente, «concretamente en la calzada exterior norte desde el puente de San Isidro al de Praga». Dos proyectos en los que muchas de las manos de los responsables son de mujer. «De hecho, a la parte exterior donde trabajamos lo llaman el anillo de las mujeres. Al principio hasta había pique por ver quién avanzaba más, los hombres o nosotras», explican Nati y Felisa, entre risas.

Confiesan que les ha costado más llegar a estos puestos pero, al menos, ninguna ha hecho un trabajo igual que un hombre por peor sueldo. Otra cosa es qué se le exige a una mujer para dejarla ponerse las botas y entrar en faena. «En una entrevista para ir a un trabajo a Colombia, me decían: 'pero ¿tú de verdad quieres ir a Colombia? o estás aquí por estar' y les contesté 'bueno, ustedes están aquí para entrevistarme o porque de verdad me van a mandar a Colombia'», recuerda Sofía.

Estas dudas son la primera piedra con la que se han encontrado las ingenieras que buscan un trabajo de campo: «Nos supone de antemano ciertas limitaciones. Consideran que no puedes enfrentarte a un subcontratista, que no eres capaz de bajar por una zanja, que no podrás meterte en el barro... cosas que tienes que demostrar y que en un hombre, presuponen que es capaz de todo. Tienes que hacer un esfuerzo adicional», asegura Nati recordando su primer encargo como jefa de Producción.

La familia

Después de la etapa del «no serás capaz», y superado el primer escalón, viene la de «¿piensas tener familia?». La mayoría asegura que vida laboral y familiar acaban siendo incompatibles y muchas mujeres cambian el tajo por la oficina. «No está escrito en ningún sitio pero no puedas estar en obra si tienes dos hijos... que un día se pone malo uno, que al otro día, el otro», asegura Sofía.

La realidad se impone: «No tengo demasiadas amigas que estén en obra y que hayan tenido un niño y siguen en las mismas condiciones. Pasan a las oficinas. Al final, nos obligan a elegir entre la vida personal y la laboral. El problema es ése, pero yo creo que ocurre igual en todos los puestos de trabajo», asegura Felisa.

El resultado de este nivel de exigencia es que la promoción es un sueño que acaba escapándose de las manos. «Tú piensas hasta dónde vas a llegar y yo, posiblemente, no llegue más allá de donde estoy. Y tengo 32 años», lamenta Sofía.

El problema sigue siendo el mundo laboral porque, estas ingenieras que han estudiado en diversas universidades de España insisten en que «la escuela es justa». «Es cuando sales cuando te encuentras en que este trabajo no es justo y que a las chicas le exige bastante más que a los chicos. Las empresas, en general, prefieren a hombres», aseguran.

Hablando con ellas cae el mito del obrero machista: «Cada vez están más acostumbrados, además son gente que están por debajo de ti y no tienen más que aguantarse», bromea Sofía, aunque advierte de que aún se oye eso de «mujer tenía que ser».

Además, la llegada de los inmigrantes al tajo ha elevado el nivel de trato de los técnicos: «Los inmigrantes son gente que tienen un concepto del ingeniero muy superior al nuestro y te tratan con mucho respeto, simplemente por tu puesto», explica Nati, que asegura que pasa lo mismo en Portugal.

Seguir siendo mujer

Ellas, a lo suyo. Les da igual mandar a hombres que a mujeres, «son trabajadores», insisten. «Al final lo que buscas son compañeros de trabajo con los que te puedes llevar mejor o peor pero son compañeros», aclara Beatriz, ingeniera de Minas que reconoce que hasta que llegó a la M-30, en sus trabajos era la única mujer ingeniero.

Y sobre todo sin perder su condición de mujer: «Yo no quiero ser un hombre, pero tampoco quiero perder mi condición de mujer», claman casi a coro. «Cuando estás trabajando no eres un escaparate, eres una persona más», añade Beatriz.

El problema es que cada vez que cambia la obra, todo vuelve al principio: «El subcontratista de turno, los trabajadores que no te conocen... Siempre te toca volver a empezar».


«Es más fácil desacreditarte»

Natividad ha recorrido media España haciendo carreteras, puentes... y ahora lleva una parte del anillo exterior de la M-30. Ser mujer no le ha impedido estar donde está pero asegura que a una ingeniera «se le presuponen cosas negativas que a un hombre, no. Como poder bajar una rampa. Tú lo tienes que demostrar». A pesar de todo, ella manda sin problemas en su tramo.


«Nos obligan a elegir»

Al final, como en casi todos los trabajos, las mujeres tienen que elegir entre la vida laboral y la familiar. Felisa insiste en que «se puede estar con una barriga de ocho meses en la obra», pero los horarios de su trabajo (jefa de Producción) impiden cualquier planificación. Siempre queda la oficina o empeñarse en seguir siendo mujer y no morir en el intento.


«No quiero ser un hombre»

Teresa es topógrafa, «seguramente la ingeniería en la que hay más mujeres». Quizá porque éste ha sido el campo en el que antes se han incorporado las ingenieras. Esta profesional de 30 años piensa que en el ámbito femenino, «muchas veces somos nosotras mismas las que nos autodiscriminamos». Ella no quiere ser un hombre, «soy una mujer y hago este trabajo, y punto».


«Somos más persistentes»

Beatriz tiene claro que da igual mandar a hombres y mujeres. «En el fondo, lo que quieren los obreros es que cuando su jefa dé una orden, tenga utilidad». No ha sufrido diferencia en el trato, en el sueldo ni en el trabajo, pero ella, ingeniera de Minas porque quiere hacer túneles, sí cree que las mujeres aportan un valor extra: «Somos más persistentes en nuestro trabajo».


«No creo que ascienda más»

Es ingeniera de Caminos, Canales y Puertos y con 32 años ocupa un puesto importante en las obras que Ferrovial hace en el soterramiento de la M-30. Sin embargo, el trabajo en la obra es muy duro y conciliar la vida laboral y familiar, un truco de magia que muy pocos pueden hacer. Sofía lo tiene claro: «Lo más probable es que yo no ascienda más».

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