Uno de los gritos que más cuajaron entre las decenas de miles de manifestantes que se congregaron contra ETA fue «¿dónde está? No está aquí el alcalde de Madrid?». No hubo gritos contra Rajoy ni contra Acebes, ni siquiera contra Zaplana. Sólo Telemadrid, acusada de manipulación, y el regidor, por su ausencia, se convirtieron en la diana de quienes acudieron a la marcha el pasado sábado.

Muchos echaban de menos en las calles de una ciudad que volvía a ser dañada por un atentado y que se había cobrado a dos víctimas mortales, al alcalde de todos los madrileños, «no sólo al alcalde de los votantes del PP», como aprovecharon para calificar sus contrincantes políticos.

En el Ayuntamiento, todo el mundo ha cerrado filas con Ruiz-Gallardón. Y la boca. De la misma forma que hizo el alcalde con su partido. La decisión del regidor se explicó desde todos los puntos de vista como disciplina de partido. Por una vez, Ruiz-Gallardón no quiso ser el «verso suelto» del PP, aunque asumió el riesgo de convertirse, como declaró su adversario, el candidato socialista a la Alcaldía, Miguel Sebastián, en «un poema amarrado por Acebes y Rajoy».

Otras protestas

Eso sí, cuando se pregunta en ámbitos menos formales, muchos bajan la cabeza y aseguran con un susurro que «a lo mejor, fue un error no acudir a la manifestación». No se atreven a concretar más. Si fue un error del partido o del alcalde. Insisten en que no podía hacer nada más que lo que hizo, seguir la disciplina del partido.

El partido no se lo pagó en especie. Al día siguiente de la manifestación, el pasado domingo, el alcalde no pudo ni darse un baño de multitudes en su presentación como candidato. Se fue a casa con los aplausos de trámite, en un auditorio entregado a su compañera de viaje, la candidata regional, Esperanza Aguirre.

Tampoco estas situaciones le bajan la moral. Estar en un cargo tan próximo al ciudadano como la Alcaldía de Madrid siempre ha llevado a Ruiz-Gallardón a enfrentarse con protestas de todo tipo. Le ocurrió durante las manifestaciones contra la guerra, en plena campaña electoral, y con manifestantes antiparquímetros o de la M-30.

El alcalde es un maestro en estas situaciones, le encanta marcar los tiempos y desmontar la protesta motivo a motivo pero siempre estando presente. Aguanta el tipo, pide que hable uno de los manifestantes y sigue con su inauguración, explicación o exposición sin más nervios y con la esperanza de que se olvide al día siguiente.

Enfrentarse en la distancia a miles de madrileños que se preguntan dónde está su alcalde es más difícil de gestionar. Sobre todo, si a los dos días, en su propia casa (un acto programado y financiado por el Ayuntamiento de Madrid) vuelve a surgir el tema de su ausencia en la manifestación y de la boca de un actor norteamericano, activista y, a primera vista, muy puesto en la política nacional y en los conflictos entre PP y PSOE.

Fuentes del Consistorio aseguran que la crítica de Tim Robbins no ha sentado mal al alcalde. Tampoco es una figura electoralmente fuerte para Ruiz-Gallardón, ni para Miguel Sebastián aunque se lo propusiera y éste aceptara.

Lo único que dicen, y entre dientes, es que lamentan que el actor estadounidense se vaya con un mal sabor de boca de Madrid por sentirse utilizado cuando, en todo momento, el programa estaba pactado con su productora. «Si no quiere salir con Ruiz-Gallardón debería de habérselo dicho a la productora, porque se estrenan muchas películas de actores que no vienen y no pasa nada», aseguran.

En este caso, su productora debería de haber rechazado el acuerdo con el Ayuntamiento pero la presentación era buena para los dos, el alcalde promocionaba el primer ciclo de Cine Solidario que se hace en la capital y Tim Robbins presentaba su película a todo bombo. Al menos eso dice alguna de las partes.

Para el candidato socialista Miguel Sebastián, el alcalde «buscó una foto oportunista y electoralista» y le salió el tiro por la culata. «Creo que Gallardón ya no engaña a nadie, ni siquiera a los que viven más lejanos de Madrid como pueden ser los ciudadanos americanos. Tim Robbins hizo un gesto muy acorde con su carácter democrático y progresista y protestó con razón», informa Europa Press.

Sebastián insiste: «Lo importante es estar con la gente, y el sábado la gente de Madrid estaba en la calle y ahí no estaba Gallardón».