CARMEN RIGALT
Lo que faltaba: ya tenemos Festival de Cine Solidario. Me cae muy bien la palabra solidario (y solidaria). Tanto, que temo abusar de ella. De hecho, yo la vi primero, pero no dije nada. Sospecho que ahora ya es demasiado tarde. La gente quiere ser solidaria por la misma razón que cree en el Feng Sui o toma alimentos ecológicos: porque sí. Según el criterio reinante, la definición de una chica estupenda sería, por ejemplo, ésta: «Veintisiete años, diseñadora de joyas, cuatro idiomas, alta, deportiva y solidaria». Se lleva más la gente solidaria que la solidaridad propiamente dicha. Lo solidario es cotidiano y entrañable. La solidaridad, en cambio, tiene carga reverencial y se acompaña de música solemne, tirando a falsa.
Solidario y solidaria se han convertido en adjetivos de consumo. Para mí que los ha puesto de moda la derecha, tradicionalmente alejada de las preocupaciones sociales. Para cubrir esa carencia han surgido esas oenegés finas en las que militan actrices vestidas de Coronel Tapioca, chicas modernillas que huyen de la estética zarrapastrosa y se derriten por los niños, sobre todo si son negros.
Desde que soy mayor y digo lo que pienso, no paro de hacer enemigos. Pero mi peor enemigo soy yo, porque tengo la manía de ponerme pingando y eso siempre resulta arriesgado. Me critico antes de que lo hagan los demás. Este articulito puede traerme disgustos. No crean que me meto con las oenegés para presumir de auténtica. Aquí donde me ven, y aunque pago religiosamente mis cuotas a varias oenegés de personas humanas e incluso animales (véase ANAA), pertenezco a esa clase de personas que cogen taxis para no mezclarse con la gente. Todos tenemos nuestras contradicciones.
La sociedad predica pero no cumple. No sé si eso es cinismo. Morro, sí. Conozco a muchas tías que luchan contra la violencia de género, pero que no se privan de maltratar a sus peluqueras o a sus chóferes, como conozco a descerebradas que hacen victimismo de boquilla para obtener medidas cautelares a su favor. La vida es un fuego artificial, un paripé de palabras huecas.
Como integrante de Insomnes sin fronteras, escucho regularmente Punto de fuga, un programa radiofónico basado en temas solidarios. Hay mucha gente dedicada a los demás, hombres y mujeres que no reparan en sí mismos porque siempre están mirando hacia fuera. El mundo de los solidarios es inmenso, pero apenas nos consta. Siempre pasa de puntillas por los márgenes de la madrugada.
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