Las tomas de posesión de Quito, Managua y Caracas han vuelto a atraer la atención sobre el avance del populismo en Latinoamérica. Si la semana pasada juraron el cargo Chávez y Daniel Ortega, el lunes fue el turno del último socio del club, el ecuatoriano Rafael Correa, cuyas primeras medidas -convocatoria de un proceso constituyente, renegociación de la deuda y drástico recorte de su sueldo- dan una idea de hasta qué punto sigue la senda de sus colegas. Su proclama de que ha concluido la «noche neoliberal» completa el retrato.
El ciclo electoral que ha vivido la región en 2006 ha propiciado un mapa de poder escindido entre la izquierda moderada que gobierna en Chile, Brasil, Perú o Uruguay y el bloque demagógico que abandera Chávez y al que ya se han sumado los presidentes de Bolivia, Nicaragua y Ecuador, amén del moribundo régimen cubano.
La miseria de grandes capas sociales -en Ecuador la pobreza alcanza al 60% de la población- y el fracaso de las medidas del FMI han propiciado un innegable caldo de cultivo para el retorno de una retórica antiimperialista que parecía enterrada. Sin embargo, nada de esto hubiera sido posible sin los altos precios del petróleo, que han dado a Chávez dinero para financiar las campañas de los candidatos más radicales. He aquí un nuevo ejemplo de lo que Thomas L. Friedman llama la primera ley de la petropolítica: cuanto más pagan los mercados por el barril de crudo, más terreno pierde la democracia en el mundo.
Así pues, Chávez es el promotor de esta inquietante internacional del poncho que abomina del libre mercado y envuelve sus viejas recetas en el vaporoso discurso bolivariano. Está por ver si sus nuevos socios se adentrarán como él en el camino de las nacionalizaciones, pero empiezan a compartir amistades peligrosas. La presencia en las últimas tomas de posesión de Mahmud Ahmadineyad -en busca de alianzas y de respaldo para su programa nuclear- no es una buena noticia para la región. EL MUNDO publica hoy en exclusiva una reveladora entrevista en la que el líder iraní expone sus opiniones sobre la ejecución de Sadam, la situación en Irak y la crisis de Oriente Próximo. Entre sus opiniones, Ahmadineyad desliza una falsedad flagrante: que no hay una información clara sobre el Holocausto. La realidad es bien distinta: ninguna masacre en la Historia está tan bien documentada. Declaraciones como ésta deberían alertar a los gobernantes que tengan la tentación de ponerse bajo la protección de quien las pronuncia. También a Chávez y a su internacional del poncho.
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