Miércoles, 17 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6240.
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 OPINION
LOS PLACERES Y LOS DIAS
El pícaro
FRANCISCO UMBRAL

Llegamos a su casa a media tarde y Fernando está con un grupo de amigos orando, murmurando, ante un cuadro que tampoco es una reliquia, pero también lo parece.

Porque Fernando y sus enfermedades vienen sufriendo un proceso de mitificación que le hacen cada día más incendiado golfo de la literatura laica de nuestro misticismo. Cada vez que sube al púlpito Fernando, los pecados se arraciman en salamancas de placer, en racimos de whisky, y vuelve a ser el primero y singular. Porque Fernando sentado en su silla, un suponer, es el pecador que más haya pecado en manos de Dios.

Quiere decirse que Fernando Fernán-Gómez está trabajando con una silla de alcahuetera toledana, pero endiablada en salmantina y así todo el rosario de pecados que luce en la faltriquera, su faltriquera de hombre herido, amujerado y en pie.

Ahora el cine le ha llamado por última vez (mejor que sólo sea la penúltima), porque a Fernando le abruma de cadáveres la carga que trae o lleva y la muerte que dio a Melibea sin tener nunca corazón de Calixto. Pues en el corazón de Calixto sí se adivina un judío con escalera, herencia y empeñamiento, pero en Fernando, a medida que pasan los siglos, se acentúa un perfil del revés, una silueta de latino falso, que es lo que es.

Ahora, malherido allá por Toledo, doloroso de amores y sabedor de las cosas que sólo sabe un buen judiazo toledano con fortuna a los pies de la cama.

De lo que trata ahora el maestro es de embrujar una silla con su rodilla, de embrujar una rodilla pasándola por un greco, de satanizar un greco desnudándole a ballestazos. En los periódicos pone que está malo, en su película él mismo confiesa que está regular y cualquier día le cantará a una moza las coplas de Calixto y Melibea.

Creemos que Fernando, como el demonio, no tiene silla fija y por eso ha creado La silla de Fernando, anda que no ando aquí viene Fernando repartiendo malicias a la vecina.

El cine estaba embrujado ¿quién lo desembrujará de los malos poetas y los malos profetas? Sólo Fernando, que para eso ha hecho La silla de Fernando, dentro de un cine muy cinematográfico, que es lo que a él le gusta. El cine, que nació de un disgusto como los que nos daba Greta Garbo (las mujeres tan bellas siempre traen disgustos) ha resultado muy cinematográfico, sí, y nuestro gran pícaro se acoge a él como a las uvas del ciego, a los robos del Lazarillo y a las cintas de Melibea, hermoso nombre que sólo dice «voz de miel» según los clásicos del tema.

En esta singular película nuestro diablo, nuestro viejo diablo ha decidido salvarse por corrupción de los pecados y ahí nos tiene a todos, con él, filmando su Divina Comedia a golpereta y trincherazo. Salimos del viacrucis casero convencidos de ser mejores, más buenos, como las palabras que me dice a mí el hombre malo de la silla, pero la verdad de la realidad de la vida es que Fernando no ha salvado nada porque no hay nada que salvar, aparte de pecadoras y melibeas, en este mundo tardío para un pecador bueno e implacable con los pecadores malos, aunque hayan hecho un viacrucis más de la cuenta. Eso hemos hecho todos esta tarde, y sin descuento.

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