LAURA FERNANDEZ
BARCELONA.-
Como en una tragedia griega, los personajes del salvadoreño Horacio Castellanos Moya suben al escenario para clavar puñaladas en corazones ajenos. Su último escenario, la novela Desmoronamiento (Tusquets), deja al lector con la sensación de haber participado en el violento y agónico derrumbe de una familia ejemplar.
Lena es la madre intolerante, una Bernarda Alba enfermiza, capaz de intentar robarle el hijo a su única hija sólo porque cree que ha cometido un error. Y Erasmo es el padre conciliador que, ironías de la vida, forma parte del equipo de gobierno de Honduras, a principios de los 60 (época en que se inicia la novela), de extrema derecha. Teti es la hija: ha decidido casarse con un comunista salvadoreño, del que ya tiene un hijo, que, además, es mucho mayor que ella.
Dividida en tres partes (que podrían pasar por los tres actos de una tragedia en tres géneros: el dramático, el epistolar y el monólogo), la novela arranca con la boda maldita de Teti y la ferocidad de su madre, que «es incapaz de aceptar una realidad que no le guste», dice el escritor.
Horacio concibió la novela como un «desmoronamiento», el de la estructura familiar que, en su momento álgido, se une a la destrucción que la Guerra de las 100 horas (también conocida como la Guerra del Fútbol), entre El Salvador y Honduras, provocó en ambos países.«En la primera parte se produce un choque, en la segunda, la aniquilación absoluta de los lazos familiares (las cartas van enfriando la relación hasta que se extingue) y en la última un ex criado hace un recuento de los escombros», cuenta Horacio, que está tejiendo una especie de saga a pedazos en sus novelas.
«Clemente, el marido de Teti, es hermano del protagonista de Donde no estén ustedes, otra de mis novelas. Y será el protagonista de la próxima», dice. El conflicto seguirá presente, como telón de fondo, porque ha sido una constante en su vida. «Era un niño cuando se desató la guerra entre El Salvador y Honduras y, como el hijo de la protagonista, había nacido en Honduras y vivía en El Salvador. La política ha sido desde siempre parte de la vida diaria en mi país y la gente no puede discutir sin hablar de política», explica Horacio, que se confiesa más influido por la literatura europea y norteamericana que por la suramericana.«El realismo mágico es rural. Personalmente me siento más cerca de un novelista negro gringo», sentencia el escritor.
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