ANNA R. ALOS
La moda desembarcó ayer a escasos metros del mar, en el edificio de la Llotja. Allí estaba Armand Basi, que sigue apostando por mostrar el talento en casa, aunque estreche lazos cada año con las pasarelas parisinas: sabe que el mejor sumando del talento es la facturación. Basi lo sabe y en su pasarela si algo se ha visto es eso, talento con firma de Markus Lupfer. Inicio en negro y pase a grises, suaves marrones y piezas de vivo azul oscuro, y complicadísimos patrones resueltos con técnicas de costura impecables. Muy marcadas las cinturas y muy minis las minifaldas, cuerpos ajustados para ir en busca de los volúmenes en faldas y mangas con soberbios abullonados y lazadas para referenciar el talle. Para los pantalones, cinturas altas y bien definidas -como las de la bostoniana Grace Kelly recién desembarcada en la Riviera- y perneras amplias que se estrechan al descender.Rica y amplia la gama de tejidos: sedas, organzas, charol, lanas frías y géneros de punto. Como anécdota, algunos trajes de pelo largo para las que no temen sudar.
El segundo desfile, ya en el BTM, corrió a cargo de otro experto en punto, Joaquim Verdú, que ha mostrado lo que ya insinuó en la pasada edición de la Pasarela. Ha dejado guiños de rigidez y formalidad y da paso a una colección para vestir con holgura y lanzarse a flotar de la forma más libre. Siguiendo en la línea a-colorista que se avecina, Verdú mantiene negros, grises y marrones, y apuesta casi en la misma medida por un rojo virulento y sanguíneo.Presentó exquisitos vestidos para princesas urbanas que escapan al protocolo -como Hepburn en sus vacaciones romanas- dejando claro dónde está la cintura y con exagerado volumen después.Recupera la capelina, pieza tan femenina como incomprendida, en lana rústica. Espectaculares las piezas de punto por la generosidad en los metros de tejido, y combinaciones de tejidos muy bien logradas: organzas arrugadas con punto, punto con seda, terciopelo con suaves lanas. Espectacular cierre con Marta Español luciendo un vestido largo en punto, sin escote y con capucha de color rojo.
Miriam Ponsa presentó colección monotemática y monocromática (en grises) en la que demostró tener referencias de las hospicianas de Charles Dickens. Las suyas son piezas urbanchandal -muchos las llaman casual- con memoria de diseñadores empeñados en mostrar bastas y dobladillos descosidos. Una colección, en definitiva, para pasar cómodamente de la ofi al gym, y de la que Ponsa espera obtener, dice, «un sello propio».
Gori de Palma clavó desfile en el negro y fue inamovible. Presentó vestidos-abrigo de línea años 50. De nuevo cinturas altas y marcadas para aumentar de volumen a medida que la falda avanza. Buenas hechuras en todas las prendas, muy básicas y poco cuestionables, tejidos variados y de mucha calidad y forros muy, muy cuidados.
La explosión de color llegó con Jocomomola, con estampados degradé en etéreos vestidos de muselina, en contraste con piezas batita de lycra de vivos -algunos dejá vu- estampados setenteros. Un desfile que podría transportar, aunque con reservas, al Londres de «el viernes quedamos en King's Road».
Cerró el día Peter Aedo con un desfile remember de su recorrido de 25 años.
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