Jueves, 18 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6241.
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Todavía hay clases
MIREN ETXEZARRETA

A la inmensa mayoría de la población nos ha dolido mucho la muerte de los dos ecuatorianos aplastados por la explosión de Barajas.El absurdo de las muertes gratuitas golpea con fuerza la sensibilidad de cualquier persona y son siempre más dolorosas que las que por ley de vida nos afectan. La opinión pública española ha expresado con claridad su repulsa a estas muertes y a sus causas.

Pero es necesario decir, también, que estas muertes están siendo manipuladas de forma escandalosa, incluso vergonzosa. El envío en dos aviones separados de los dos cuerpos, el espectáculo de altas autoridades y de políticos de la oposición acompañando a los féretros hasta la escalerilla del avión, consolando a los familiares, ¿no era algo esperpéntico por exagerado? Se les ha utilizado como arma política por todos los lados. Una vez más, la compasión popular está siendo ignominiosamente usada para batallas políticas: el gobierno ha proporcionado sustanciales compensaciones materiales a las familias de los muertos, la oposición rivaliza en su dolor. ¿Alguien cree de verdad que nuestros políticos están tan apenados por los dos ecuatorianos muertos? Las múltiples asociaciones ecuatorianas descubiertas con rapidez -¿alguien las conocía antes?- están siendo utilizadas descaradamente en contiendas políticas, mientras algunas de ellas y sus componentes pretenden aprovechar la ocasión para obtener beneficios para sus nacionales, quizá incluso personales. ¿Son tan ingenuos los dirigentes de las asociaciones ecuatorianas que creen que el relieve que les han concedido va a durar más allá de los próximos días? Si estos hombres no hubieran muerto en un atentado que ha golpeado al país con una particular intensidad, ¿hubiera sido la reacción a las dos muertes siquiera similar?

Es obvio que frente a la muerte y sus causas, hay clases. Nos duelen estos ecuatorianos, pero ¿cómo es que asistimos con indiferencia al hecho de cientos de inmigrantes que mueren porque las leyes de nuestro país impiden a los más pobres venir a ganarse la vida en nuestra tierra, como se ha destacado con elogios que hicieron los dos muertos? ¿Cómo no nos duelen los muertos de las pateras? ¿Se ha llamado a otras asociaciones de inmigrantes para que protesten, asistido a las familias? ¿Les apoyan los sindicatos o los gobiernos autonómicos o central?

Sólo en Cataluña en 2006 han aumentado en un 44% los muertos por accidentes de trabajo. Algunos pueden hasta ser ecuatorianos, aunque poco importa el país de origen. ¿No nos duelen estos muertos, algunos de los cuales sin contratos de ninguna clase han dejado a sus deudos sin el más mínimo apoyo? ¿No son también crímenes, aunque sean de otro orden, las muertes de trabajadores por falta de las necesarias medidas preventivas? ¿Qué apoyos económicos y psicológicos reciben estas familias?

En la esfera internacional también hay clases: es terrible, se dice, que haya 3000 muertos americanos en Irak, pero no parecen causar horror los 600.000 muertos iraquíes, o que las incursiones armadas de Estados Unidos en todo el mundo, contra los que ellos, sin más justificación, consideran dirigentes de Al Qaeda, causen centenares de muertos civiles. Por no mencionar la distinta clase de los muertos palestinos e israelitas, africanos o europeos, los que masacran en Rusia o los que mueren en Chechenia.

Se tiene que rechazar con energía la violencia como instrumento de acción política y social, pero ello no debe impedir oponerse a la penosa utilización política de los muertos. Por lo menos, dejémosles que descansen en paz.

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