Un equipo compuesto por 60 médicos de distintas especialidades participó en un procedimiento que se ha realizado en 40 ocasiones en el mundo. De todos estos intentos, sólo en un caso sobrevivieron ambos bebés. Sofía y Mariana compartían cráneo y múltiples vasos sanguíneos que irrigan el cerebro.

El neurocirujano Pablo Baquero, quien junto a su colega Tito Perilla encabezó el equipo médico, explicó a los medios de comunicación que el martes, a las 10 de la noche, se vieron «en la necesidad de interrumpir el procedimiento quirúrgico por complicaciones de sangrado, coagulación, inestabilidad cardio-pulmonar». La idea de los neurocirujanos era reiniciar la operación dos días después, cuando hubieran estabilizado a las bebés. Media hora más tarde, una de las gemelas, Sofía, sufrió un edema pulmonar agudo y no la pudieron recuperar.

«Ante esa situación, retomamos la intervención y logramos separarlas», agregó el doctor Baquero. Terminaron su labor a las 5.30 de la madrugada. Las niñas habían ingresado en el centro clínico el lunes con el fin de prepararlas para la compleja cirugía.

«Uno no es Dios. Estamos satisfechos por el deber cumplido, pero son malos días para nosotros porque anhelábamos que las dos sobrevivieran», comentó a una emisora local su compañero, el neurocirujano pediatra Tito Padilla, quien añadió que la intervención se hizo bien, que no tuvo fallos.

Mariana fue ingresada en estado crítico en la Unidad de Cuidados Intensivos Pedriáticos de la mencionada clínica. El director de la unidad, Hernando Mulet, afirmó que la larga intervención le produjo a la niña complicaciones y hemorragia masiva, y su organismo no resistió. «No la pudimos salvar».

El doctor Baquero, que calificó la operación «de altísimo riesgo», «traumática y lesionante», explicó que los cerebros de las hermanas eran organismos independientes que trabajaban de forma aislada. Los médicos tuvieron que separar arterias, vasos sanguíneos, la piel y los huesos que compartían las niñas.

Sofía y Mariana nacieron el 19 de septiembre en Medellín, a donde su madre, Deissy Ocampo, de 33 años, se había trasladado desde Puerto Boyacá, departamento de Boyacá, en el centro del país, el pueblo donde vivía, dado las condiciones excepcionales de su gestación. Cuando la mujer, que trabajaba de cajera en un supermercado, conoció al tercer mes de embarazo que daría a luz a unas siamesas, decidió, junto a su marido, Julián Rodríguez, seguir adelante a pesar de las circunstancias. El aborto para casos como el referido es legal en Colombia desde el año pasado. La pareja, casada hace 14 años, tiene otra hija de 11. Deissy se trasladó a vivir a Medellín para estar cerca de la Clínica Saludcoop de esa ciudad, y poder de esa forma asistir a controles ginecológicos con regularidad. Pocos días después de dar a luz, trasladaron a las niñas y a la madre a Bogotá con la intención de comenzar los estudios necesarios para llevar a cabo la operación quirúrgica.

El padre dijo a la cadena Caracol Televisión que su mujer estaba «totalmente destrozada», que el fallecimiento de sus hijas no se puede achacar a los médicos, «que hicieron hasta lo máximo» por salvarlas.

Los casos de siamesas, cuyas causas aún la ciencia desconoce, no son frecuentes. Según el doctor Baquero, sólo se produce uno entre tres o cuatro millones de nacimientos. Sin embargo, sólo en el año 2000, en Colombia se dieron tres casos, de los cuales sobrevivió una pequeña puesto que las otras dos parejas compartían órganos vitales. En el 2001, una mujer que ya tenía 11 hijos dio a luz unas siamesas unidas por el abdomen, que fueron separadas con éxito en Cali.