MADRID. - Como pago a una inquebrantable deuda consigo mismo, Miguelanxo Prado cogió los bártulos y se zambulló por fin en las profundidades marinas. Al ritmo de las ballenas, de los barcos fantasma y de la música del compositor Nani García, nadó entre óleos y acrílicos durante más de cuatro años, les dio forma, los escaneó, les dio movimiento y un día vio que ya tenía su película.
De Profundis es un poema visual construido con infinita paciencia sobre la base de 15.000 dibujos y pinturas, muy lejos del ciclópeo proceso industrial que a mediados de los 90 había conocido de la mano de Steven Spielberg, para quien realizó la serie de animación Men in Black (Hombres de negro).
Está claro que poder controlar al 100% el proceso creativo de una película y conocer así el concepto absoluto de autoría cinematográfica fue lo que movió al autor de cómics coruñés a una empresa de estas dimensiones.
¿Una venganza personal contra su experiencia en el Imperio?: «Hombre, es cierto que Spielberg y esta película son mundos opuestos, pero tanto como llamarlo venganza, no, hombre, sería injusto. Yo, el 80% de lo que sé de animación, lo aprendí allí; aprendí lo bueno y también lo malo, y entre esto último, los límites que se me imponían», explica Prado.
Espíritu de autoría
Pero enseguida admite: «Es verdad que, desde entonces, quería ver si era posible hacer una obra audiovisual con espíritu de autoría, y es verdad también que el motivo era calmar cierta frustración personal...». Ni siquiera es imprescindible ver la película para descifrar cuál es su vocación: el propio autor se encarga de anunciar el color de las intenciones: «Ante todo, hay que ser honesto. Y yo tengo que advertir de algo: si alguien se aburre viendo una puesta de sol, o el oleaje del mar, o el paso de una bandada de estorninos... que no vaya a ver esta película, porque se aburrirá profundamente».
Está claro que estos tiempos de urgencia, de prisa con o sin razón clara y de excesos verbales de toda ralea, no han provocado en Miguelanxo Prado (A Coruña, 1958) sino el efecto contrario, como le pasa a mucha gente: la necesidad personal de imaginar, de pararse a pensar, de quedarse sentado mirando a ningún sitio y extravagancias así. De frenar. De soñar, tal y como deja entrever el autor: «Yo aquí trato de hablar de sentimientos de amor, y de los sentimientos que tenemos al soñar; en este sentido, De Profundis es una película onírica, está claro, pero no sólo en el sentido fantástico, que también. No me propongo tanto contar cosas como sugerir cosas».
La historia de amor entre una misteriosa mujer que toca el violonchelo en la soledad de una casa en medio del mar y un pintor embarcado en un barco de pesca sirve al tándem Prado/García para pintar y musicar todo un mundo de sueños imposibles... o no tanto. Ambos se propusieron hacerlo así, suave, casi imperceptiblemente.
De hecho, resultan casi imperceptibles los movimientos de estos marineros y de estos peces, de las corrientes marinas y de las nubes: «Yo, desde luego, sueño así, en cámara lenta», explica Prado, «así que no podía hacer la película de otro modo, no podía hacer una película al corte, tenía que ser con fundidos, ya sé que es pura cabezonería mía».
El autor de álbumes de cómic de éxito internacional como Tangencias, Quotidiania Delirante, Trazo de tiza o Fragmentos de la Enciclopedia Délfica almacenó en la carpeta de Dibujos finales de su ordenador personal más de 10.000 piezas. «Si se le suman los bocetos, podemos hablar de casi 15.000 dibujos, sí», aclara.
Artesanal
La formación pictórica de Miguelanxo Prado está en el origen de esta obra de animación inclasificable. Nada de programas revolucionarios de 3D, ni de rotoscopias ni otras modernidades recientes susceptibles de estandarizar el proyecto. El ilustrador gallego pintaba con óleos o con acrílicos, luego escaneaba los originales y les introducía un sencillo programa de animación. Un proceso casi artesanal, eso sí, centrado al más del 90% en su proceso de preproducción: «Cada minuto de una película de animación cuesta 6.000 euros, así que no se puede estar improvisando», comenta el director. El presupuesto de De Profundis es de 1,5 millones de euros.
Intuir que esta película -nominada para los Goya- tendrá una corta vida en salas comerciales no parece demasiado exagerado teniendo en cuenta el panorama cinematográfico. Al fin y al cabo, estamos ante un producto cultural deliberadamente elitista. Pero una versión escénica con música girará por Valencia, Sevilla y Bilbao (por ahora). Y la película ya está vendida en Japón. Además, un hotel de lujo de Nueva York la quiere comprar ¡como decoración permanente del vestíbulo! De Profundis será un sueño onírico, sí, pero al dueño del hotel le ha gustado para recibir a turistas adinerados.