No era el hombre más querido de La Jacetania. Quizá por ello vivía de reojo, había decidido no volver a presentarse a la Alcaldía y sólo le faltaba mirar en los bajos del coche. Hasta en cuatro ocasiones denunció Miguel Grima, el regidor de Fago asesinado el viernes, que se sentía amenazado y que su vida corría peligro. Según fuentes de la investigación consultadas por este periódico, el sumario recoge que, en los últimos años, el alcalde presentó al menos dos denuncias en los juzgados y otras dos ante la Guardia Civil.
«En Navidad me dijo que estaba acojonado», relata una persona cercana al fallecido. «Le decíamos que no exagerase, y fíjate». Su cuerpo fue hallado el sábado, con lo que su propio cadáver ha acabado dando la razón al que siempre quería llevarla.
El detalle viene a cuento por el rifirrafe político que se ha montado en Huesca a cuenta de si las autoridades de la zona sabían o no que el regidor de Fago, el segundo pueblo más pequeño de la provincia, vivía amenazado de muerte.
El PP dice que sí y el PSOE lo ha llegado a negar. El delegado del Gobierno en Aragón, Javier Fernández, y el subdelegado del Gobierno en Huesca, Ramón Zapatero, fueron ayer señalados por Antonio Torres, presidente provincial del PP, como hacedores de la confusión. «Un día desmienten las amenazas», comenta, «y otro dicen, en cambio, que le ofrecieron protección, algo que es absolutamente falso, según su compañera». Así que los populares se van a personar en la causa, en nombre propio y en el de la viuda.
Algo de luz se va viendo, pero faltan aún mil lunas llenas para iluminar aquella noche del 12 de enero. Según la autopsia, el alcalde pudo haber muerto -presumiblemente de una pedrada en la cabeza- antes de ser disparado. Casi seguro fueron tres los asesinos. La Policía Científica comenzará en breve a hacer las pruebas de ADN y a recoger las huellas dactilares de todos los vecinos. Uno de los individuos llamados a declarar ha apuntado que el primer edil le dijo, semanas atrás, que se sentía amenazado por un enigmático sujeto que, sin vivir habitualmente en el pueblo, tenía una segunda residencia en el mismo.
Hasta el lunes tienen los 35 habitantes censados de Fago para elegir otro alcalde en asamblea vecinal, el modelo de gestión para los ayuntamientos de menos de 100 residentes. Hablará el pueblo ese día a lo más tardar. Pero antes lo hará el sábado. A pesar de los odios que Miguel Grima despertaba en parte de sus vecinos por su quehacer autoritario, el consorcio que agrupa a las localidades de la zona ha convocado una manifestación en defensa del regidor y como condena a su brutal asesinato.
«Miguel era muy recto, muy pesado con sus temas porque buscaba lo mejor para su pueblo», nos cuenta Roberto Bermúdez de Castro, secretario general del PP en Huesca. «Hablé con él el lunes anterior a su muerte. Charlamos de los fondos que iba a recibir para el pueblo. Se quejaba. Como siempre, se le hacía poco».
Fueron precisamente Bermúdez de Castro, el presidente popular Antonio Torres y Fernando González, coordinador de los alcaldes del PP, los primeros de la cúpula del partido en ser avisados por Esther Franco, alcaldesa de Castiello de Jaca y amiga del difunto, de que se lo había tragado la tierra. Cuenta que sonó su teléfono en torno a las 9.30 horas, que hubo un silencio de abejorro parado y que luego hubo una frase, de tres palabras, que dio sentido a las mil y una paranoias del alcalde Grima:
- Miguel ha desaparecido.
A las 11.00 horas comprobaron que no se había quedado a dormir en Sabiñánigo en la casa de un familiar, como a veces hacía. Llamaban al teléfono y daba señal, pero nadie contestaba. Fue entonces cuando lo decidieron: había que subir a Fago.
«A mediodía, independientemente del partido, todos los alcaldes habían empezado a batir la zona. Cuando llegamos, lo habían encontrado. Estaba a dos kilómetros de Majones, tras una curva muy cerrada», cuenta. El guardia civil musitó el hallazgo:
- Ya ha aparecido.
La sangre que la insidia tatuó en la carretera ya no está. Pero hay por ahí heridas que manan y sangran con su destilar de ayeres. Fago amanece con su bostezo de hielo.
«Yo no era partidario de ese hombre, pero por eso no vamos a matar a nadie», comenta Jorge Barcos, un buen hombre, octogenario ya, que ofició de alcalde socialista antes que Grima. «'Te vamos a matar' es una expresión habitual aquí, coloquial», apunta Santiago Mairal, candidato del PSOE en Fago en las pasadas elecciones. «Es más, yo también fui amenazado de muerte. Pero por el entorno del propio Miguel Grima».