Aunque el texto legal definitivo no lo conoce casi nadie, las pistas que en su día dio el anteproyecto hablan de restricciones publicitarias en televisión (ni un anuncio entre las 6.00 y las 22.00 horas), prensa (ni una llamada en la portada, ni en las publicaciones juveniles) o vallas exteriores (ni un cartel a menos de 500 metros de donde estudien o se diviertan menores de 18 años).

Salgado se revolvió ayer contra las últimas críticas -las de los editores de diarios- a la ley que viene. «Conviene que nadie confunda los términos. ¿Por qué se dice que limitar la publicidad del alcohol atenta contra la libertad de expresión y no se dice nada cuando se habla del tabaco o de los medicamentos? La ley quiere prevenir el consumo en los menores y una de las fórmulas más eficaces es limitar la publicidad».

También será la ley que ilegalizará el botellón, ya que «no podrá haber menores» en esas zonas que algunos ayuntamientos ya están acondicionando para el bebercio masivo. Si, como cuentan los estudios, el botellón es un fenómeno adolescente, la ley no hará más que estrangularlo.

La ministra habló al final de una jornada de la Organización Médica Colegial en la que algunos expertos dibujaron panoramas para tragar saliva y otros narraron historias tremendas. Por ejemplo, el psiquiatra vasco Javier Aizpiri (rastreando el binomio alcohol-adolescencia desde 1972) dijo que uno de cada tres jóvenes se emborracha dos veces al mes y que la frecuencia de abuso de alcohol ha subido 10 puntos porcentuales en sólo dos años. «Si siguen consumiendo tendrán fracaso escolar, se incorporarán mal al mercado laboral, sufrirán alteraciones de conducta. Serán pensionistas antes de tiempo. Hemos sobrepasado la epidemia y la pandemia y estamos ya en situación catastrófica».

El doctor Fernando Gonçalves contó ayer un caso ocurrido en un pueblo de Zamora: «Una madrugada, unos chicos trajeron a una niña de 14 años en estado de coma etílico. La cría se moría, pero los médicos lograron salvarla. Al día siguiente, una amiga preguntó a los médicos si podían administrar a su amiga la píldora del día después porque durante la borrachera había tenido sexo y no se acordaba de nada».