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La democracia significa: tú eres tan bueno como yo (Theodore Parker) |
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AQUI / NO HAY PLAYA |
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Donde amargan los pepinos |
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David Torres
Ojeo las fotos de Madrid Fusión a ver si descubro, entre las lumbreras de la nueva cocina, alguna cara conocida. No me refiero a tipos como Abraham García o Pedro Espina, dos grandes entre los grandes que saben que el lugar de un cocinero está entre los fogones y no bajo los focos del circo. No. Me refiero a algunos de los chavales de mi barrio que, sin sospecharlo siquiera, ya empezaban a innovar con sabores y texturas en aquellos tiempos en que Adrià todavía buceaba entre potitos. Ahora se han sacado de la manga una rimbombante imbecilidad denominada Bocadillos de Autor. Parece sacada de un tebeo de Mortadelo, pero les juro que es cierto. El vencedor del concurso ha sido (agárrense a la mesa) el equivalente culinario de una película iraní subtitulada al coreano: chapata rellena de cocochas de bacalao con piel de cochinillo confitada. Lo mismo en el periódico hay una errata y querían decir cochinilla. Cochinilla de la humedad vuelta y vuelta.
Yo creo que la palabra desaguisado se inventó para estos saraos. Nada de deconstrucción: esto es desaguisar, decocinar y punto. Cristo preguntaba: si la sal se desala, ¿quién la salará? Abraham o Pedro, es posible: estos otros, ni de coña. Adrià ha soltado una de sus perogrulladas made in El Bulli que le han transformado en el patriarca, el Andy Warhol de la nueva cocina: «Lo importante es conseguir una buena materia prima». Sí, hombre, para que la jodas luego. En fin, el campeón de bocatas autorales ha tenido mucha suerte de presentar su desaguisado de cocochas frente a esta horda de vendedores de buñuelos. Si concursara cualquiera de los de mi barrio, el jurado lo habría tenido muy difícil. Para no perder ni un segundo a la hora del recreo, Morcillo abría la nevera, sacaba el cazo donde hibernaba el cocido, cortaba una buena tajada y lo calzaba entre pan y pan. Prepara la cámara, Arzak: gelatina de cocido helado con garbanzos revenidos. Claro que, para mi (mal) gusto, el campeón hubiera sido Edu: donut de azúcar relleno de mejillones en escabeche. Cocina para daltónicos.
Un cocinero japonés levanta una cigala y se la lleva a la oreja como si fuese Gila. Un chino baña un pepino de mar con caldo de pollo (¿habrá otra errata?). El fabuloso mundo del circo se aparea con el glamour de la pasarela. De hecho, es como si Linda Evangelista y el resto de millonarias anoréxicas se hubieran alimentado exclusivamente con estas gelatinas, espumas, croquetas huecas, melones descalabrados... Si no, no se explica esa textura de esqueletos a la Mauthausen embutidos en trajes de noche para decorar una juerga de la SS. ¿Se imaginan a Sue Lyon, en la Lolita de Kubrick, chupando una piruleta de jamón ibérico y patata? Vamos, la ve James Mason y la manda a donde habría que mandar a éstos. A freír espárragos, a tomar viento, a donde amargan los pepinos.
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