Jueves, 18 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6241.
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Sucesos
Nieta, cuidadora y presunta asesina
Una joven de 33 años ha sido detenida como supuesta autora de la muerte de su abuela, con la que vivía. La anciana murió al ingerir unas bolas de papel que le obstruyeron la tráquea
LUIGI BENEDICTO BORGES

El pasado martes a las 19.20 horas, María Jesús, decidió salir un rato. Hasta el momento había estado cuidando de su abuela Crescencia, de 88 años, y de su tía Juanita, de 58 y con una minusvalía psíquica del 75%. María Jesús llevaba unos meses viviendo con sus familiares en el piso en el que ella misma nació hace 33 años, el 2º B del número 2 de la calle de la Alhambra, muy cerca del Metro Lucero, en el distrito de La Latina.

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Y allí volvió a las 22.15 horas, un poco más tarde de lo habitual para ella. Lo que no se esperaba es que la señora Cresce, como era conocida por los vecinos con los que convivía desde que se mudó en septiembre de 1970, estuviera despierta. A la abuela no le hizo gracia la tardanza de su nieta. Y le riñó. La discusión fue subiendo en decibelios y fue escuchada por varios vecinos. Pero nadie decidió intervenir. «Es una riña familiar, eso le pasa a cualquiera», pensaron. Al poco tiempo se volvió a hacer el silencio. Hasta que, cerca de las 2 de la madrugada, dos coches de la Policía aparcaron frente al portal. La señora Cresce había muerto.

«Yo estaba en bata, y no quería asomarme a la puerta por miedo. Duermo bastante mal y me había despertado porque mi marido había ido al baño. Y como aquí de noche se oye todo, escuché a la Policía, a los servicios de Emergencias. Y luego me enteré de que había muerto», comentaba ayer Vicenta, la vecina más querida por Cresce, cuya muerte había sentido como si fuera la de su madre.

«Vivía puerta con puerta con ella», explicaba, «y la conocía a ella y a toda su familia: su hijo Jesús, sus hijas Carmen, María Jesús y Juanita; sus diez nietos... Era mucho tiempo viviendo juntas. Yo todos los días pasaba a darle las buenas noches. Si me acuerdo hasta de su cumpleaños: el 19 de abril cumplía 89», relataba.

En un principio, María Jesús explicó a los agentes que la discusión que mantuvo su abuela poco antes de morir no había sido con su tía Juanita. Ella simplemente había observado cómo su tía salía corriendo de la habitación de Crescencia, momento en el que entró y vio que la anciana se tambaleaba, caía al suelo y moría. Entonces, según declaró, le entró «un ataque de nervios» y no supo qué hacer. Por eso tardó casi dos horas en llamar al 112, que cuando llegaron se encontraron con el cadáver envuelto en una manta.

Los agentes encargados de la investigación sospecharon de María Jesús desde un principio, pese a que todos los vecinos interrogados coincidían en señalarla como «la nieta preferida, el ojito derecho de Crescencia». Por eso había vuelto recientemente al piso de la calle de la Alhambra. Lo había dejado a los cinco años cuando sus padres se mudaron a Móstoles.

Durante los tres últimos años, María, una cuidadora de origen peruano, cuidó día y noche de Crescencia y de su hija. Pero recientemente se había vuelto a su país, entrando en escena la nieta María Jesús. No obstante, prácticamente todos los fines de semana Crescencia era visitada por sus hijos, que la llevaban a comer fuera, pese a que cada vez le era más difícil bajar y subir las escaleras, ya que la finca no tiene ascensor. Según los vecinos, María Jesús fue nuevamente interrogada días después, y su versión se llenó de contradicciones. Pero no fue detenida como presunta autora de la muerte de su abuela hasta que se supo el resultado de la autopsia. Crescencia presentaba cuatro heridas causadas por un «objeto contundente». Le habían golpeado en el labio, en la nariz y en la parte temporal y occipital de la cabeza. No obstante, la causa final de la muerte fue por sofocación. Alguien le había obstruido la tráquea con unas bolas de papel. Y ahora la principal sospechosa es la nieta, que ya ha sido detenida y puesta a disposición judicial.

José, el marido de Vicenta, aún lucía cara de incredulidad y sostenía que lo que había pasado era «muy raro», porque entre otras cosas, la familia al completo había regresado de vacaciones el 7 de enero sin «signos de malestar». Desde que falleció Crescencia, ningún familiar ha vuelto por su casa. La ropa que había tendido en la terraza aquel día continúa allí y sus conocidos en el barrio esperan que el entierro de la «vecina más querida» no se demore más.

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