QUÉ: Concierto de Antonio Vega y Nacho García Vega
DONDE: En la sala El Sol, el martes por la noche
INTERÉS: Tres miembros de Nacha Pop coincidían en un mismo recital y se especulaba con una posible reunión
Había cierta expectación en la sala El Sol el pasado martes por la noche. El ciclo de conciertos de la Movida llegaba a uno de sus puntos álgidos, reuniendo en una misma noche a tres miembros de Nacha Pop (Antonio Vega, Nacho García Vega y el batería Ñete, este último con su nuevo grupo, Sulivan). Muchos pensaron que era el lugar y el momento adecuado para la primera actuación del grupo en años, y así se anunció desde diversos foros. Al final, de Nacha Pop, nada de nada.
El grupo Sulivan abrió la noche con su pop guitarrero de corte británico, como unos Coldplay cantando en español. Apuntaron buenas maneras en lo musical, pero les falta depuración vocal y personalizar sus influencias. A continuación, pocos sabían lo que iba a pasar. En principio, estaban anunciados, por separado, Antonio Vega, su primo Nacho y el granadino José Ignacio Lapido (ex integrante de 091).
Finalmente, fue un concierto de Antonio Vega y su banda, con puntuales colaboraciones -dos temas por barba- de los otros artistas. Por no haber, no hubo ni temas de Nacha Pop. Salvo un par de excepciones, el grueso del recital lo coparon las canciones de Antonio Vega en solitario.
Ver a la voz de Nacha Pop sobre un escenario hoy en día impresiona. Parece habitar otro lugar u otro tiempo, viajero de un mito que nadie imaginó, náufrago del porvenir cuyo deterioro físico le mantiene anclado a un pasado de leyenda. De ser una estrella del pop en los 80 a ganarse el pan mes a mes en los escenarios de su ciudad, Madrid, a bordo de una infinita rehabilitación. En su rostro demacrado, su posición encorvada y su voz chocheante se reflejan varios viajes a los infiernos, de donde tantos otros no volvieron.
Sobre el escenario cumple. Le guarda las espaldas una banda solvente y él, aunque se le escape de vez en cuando algún dedo del traste bueno, se defiende como guitarrista y vocalista. Abrió con la emocionante Esperando nada, quizás su mejor canción, incluida en el álbum No me iré mañana. Poco después llegaron Elixir de juventud -poseedora de un estribillo certero y pegadizo, marca de la casa- y La última montaña, de naturaleza más hipnótica.
La obsesión por los prolongados solos de guitarra y las canciones de menor carga melódica llevaron al tedio en varias ocasiones. Los invitados revitalizaron el show. Así presentó Vega a José Ignacio Lapido: «Estaba ahí al lado cuando algunos de nosotros nos atrevimos a salir al escenario. Nos salió bien, de alguna manera, a unos mejor que a otros». Y juntos interpretaron El sitio de mi recreo, que sonó demasiado brusca, perdiendo la candidez y delicadeza de su versión original.
Con Nacho García Vega llegó el espíritu de Nacha Pop, interpretando juntos, con gran ímpetu y fuerza, Asustado estoy. Lo más determinante de Antonio Vega es que de su puño y letra han salido varios clásicos de la música española. Y aunque en El Sol se guardó en el camerino Lucha de gigantes o Lo mejor de nuestra vida, no faltó La chica de ayer, que interpretó junto a sus invitados como broche final de la actuación.
Una curiosidad: ¡Lapido no se sabía el estribillo!
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