Rajoy se comportó como un energúmeno. Basta ya de la milonga de que Acebes y Zaplana son los broncas que tienen secuestrado al pobrecito flemático que fuma puritos y anda en bici, la criatura. Rajoy estuvo violento, ejerció una violencia y un maltrato psicológicos que rebasan el límite de la aceptable firmeza en la exposición de las convicciones.
Rajoy miente en lo más esencial y desprecia lo que nos queda de inteligencia. Miente cuando obvia que su partido dialogó con los terroristas, miente cuando asegura que no cree que tal cosa deba hacerse y miente cuando da a entender que nunca lo hará. Lo hizo, piensa que hay que hacerlo y lo hará si le llega la ocasión. Entonces, con descaro invalidante, asegurará que las condiciones son otras y entonces, con decencia que merece anticipadamente mejor suerte, la oposición le ayudará.
Movido por una impaciencia y un rencor indescriptibles, Rajoy persigue y está logrando la creación de un clima insoportable que aconseje elecciones anticipadas. Para ello, y no sólo con ETA, de lo que se trata ahora es de eliminar cualquier posibilidad de diálogo, acuerdo o pacto. Rajoy no dialoga con nadie: no dialoga con el Gobierno, no dialoga con ningún partido parlamentario, no dialoga con su conciencia ni dialoga con su inteligencia. Volar puentes, generar violencia psicológica, cortocircuitar, dar la espalda, retirar la mano, tapar salidas, cualquier cosa que sirva para adelantar unas elecciones en las que pueda recoger un triste plus de votos negros, emocionales, irracionales, exasperados por ideas simples y sentimientos elementales y precocinados por el analfabetismo televisivo. Con patriotas así no necesitamos antipatriotas.
Zapatero y la izquierda política y sociológica en su conjunto están cometiendo un error muy grave, consistente en no terminar de ver el peligro para la convivencia de este tigre herido que son Rajoy y sus pretorianos. La buena fe y la mala fe no pueden caminar juntas. No sé muy bien qué habría que hacer, pero un primer paso consiste en darse cuenta de que el perro no sólo ladra, sino que además muerde. No se puede estar sólo a la defensiva con él. Ni pedirle la patita, ni apartarlo prudentemente con las manos cuando salta a tu cuello y no te suelta.
Zapatero no quiere echar leña al fuego, pero no acaba de actuar desde la evidencia de que Rajoy y los suyos ya se ocupan, por él, de avivar la hoguera. Zapatero y muchos más están confundiendo la realidad con su deseo: no vivimos todavía en una España ciudadana, templada, ilustrada y cabal. De eso se aprovecha, metro a metro, Rajoy, y a eso contribuye con su emocionalidad violenta, maquillada de palabras. Hay que trabajar ética y culturalmente por esa España, pero también hacer pedagogía clara: ETA sólo acabará con un diálogo que concrete únicamente los términos de su derrota. Y la izquierda tendrá que erguirse con más vigor. El sábado no sólo faltó el PP en las calles de Madrid. Otros muchos estaban en casa chupándose un pie, y Rajoy contó también con ellos el lunes para incendiar Roma.