RAUL DEL POZO
Ayer, en el Forum del Ritz, con presencia de Botín y 800 barones más de la oligarquía financiera, un Zapatero fortalecido después del combate diseñó en el poso del café las líneas maestras de su propuesta: conciliación y economía. Entre odaliscas con micrófono yo puse el índice en el fondo de la taza mientras el presidente decía que el Gobierno hizo, hace y hará lo que pueda por buscar el camino de la paz. En un alarde irónico y mayeutico conjuró a Aznar contra Rajoy, al recordar que estas palabras son las que pronunció seis veces el anterior presidente el día que se rompió la tregua. Hizo un discurso clintoniano sobre la bonanza económica. «El año 2007 ha sido el más próspero de toda la democracia». Eludió el punto débil del fracaso de la tregua, pero invocó a una Batasuna en catarsis y sugirió que la mesa de la negociación aún tiene los manteles puestos.
Mariano Rajoy, irónico y distraído, liberal y educado, empezó como derecha de seda y a medida que le exigieron que fuera más peleón adquirió un perfil enérgico; nunca ha pertenecido Rajoy a la derecha que comulga con gabardina; representa la sobriedad de las clases medias; pero ahora califica de broma macabra al zapaterismo y se enroca en la contrariedad de la ruptura de la tregua como arma electoral. Tal vez esa celada sea insuficiente, porque no puede personificar a un partido que da patadas a las mesas. La derecha española puede volver a Aznar, no a Clodoveo.
En el último debate Rajoy vio al Bambi descalabrado y hasta las liebres se atreven con un ciervo herido; entonces esgrimió aquella retórica de Cicerón cuando avisó a los romanos de que iban a degollar a los buenos ciudadanos. Lo de «van a transformar Roma en un cubil de bandidos» lo tradujo así: «Le han tomado el pelo un rebaño de asesinos». Zapatero estaba falleciente, pero los discursos terroríficos se suelen volver contra el orador.
Cicerón acusó al líder de los plebeyos de incendiar España por 12 lugares como en aquel mítico discurso de qué tiempos, qué costumbres, ¿hasta qué límite llegará su jactancia y su desenfrenada audacia? Recordemos que al final Cicerón topó con la hostilidad general: no le dejaron tomar la palabra en el Senado el último día de su consulado. Criticaron su excesivo rigor en la aplicación de la ley, precisamente él, el mismo que pensaba que el derecho estricto podía convertir en la máxima injusticia.
Zapatero, mientras ha cambiado el tercio de su discurso, ovillándose en la economía a espera de un nuevo armisticio de ETA o una purga de Batasuna. El que aún crea que Zapatero es un político cándido que se puede hundir después de los latigazos de ese gran parlamentario que es Rajoy se equivoca. La política no es sólo un género dramático, sino el arte de las alternancias y azares.
Todo eso lo vi en el poso del café.
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