Jueves, 18 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6241.
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EL ZOO DEL SIGLO XXI / NOAH BENTON MARKHAM
El hijo del huracán 'Katrina'
El bebé fue uno de los 1.400 embriones congelados rescatados del hospital Lakeland de Nueva Orleáns en plena alerta
CARLOS FRESNEDA. Corresponsal

NUEVA YORK.- El Katrina descargó toda su furia sobre el hospital Lakeland de Nueva Orleáns. Ventanas y puertas saltaron por los aires, el agua arrasó con todo, los dos primeros pisos quedaron inundados. En el tercero, en botes de nitrógeno líquido, sobrevivieron increíblemente 1.400 embriones congelados que fueron rescatados a los pocos días en lanchas zodiac.

Uno de esos embriones fue implantado poco después en el útero de una mujer. Y así nació un niño que vino al mundo con el nombre bajo el brazo: Noé, el hijo del huracán.

La foto de Noah Benton Markham dio ayer la vuelta al mundo como si fuera Siloh, el retoño de Brat Pitt y Angelina Jolie. Su madre, Rebekah, y su padre, Glen, oficial de policía de Nueva Orleáns, posaron para la posteridad en la cama del hospital. Y una prima lejana, Wanda Stogner, dio fe ante la agencia AP de lo allí ocurrido: «Todos los niños son un milagro, pero algunos milagros son especiales».

Había expectación por saber si era niño o niña: los padres prefirieron reservarse la emoción para el final. De haber nacido hembra, la habrían llamado Hannah, que significa «Dios nos ha favorecido». En el caso de ser varón, tenían que llamarle como el capitán del arca. La idea fue de la cuñada.

«¡Niño, ha sido niño!», salió dando voces el padre, Glen, incapaz de contener la emoción. Y el nacimiento, reservado en principio para los más allegados y en la estricta intimidad, se convirtió en diluvio universal. Hasta el hospital de St. Tammany en Covington, Luisiana, se desplazaron incluso las cámaras del Weather Channel, el Canal del Tiempo.

Con Noé o Noah -tanto da- llegó el auténtico milagro: el demorado invierno hace por fin entrada en Estados Unidos, después de estos vaivenes primaverales que siguen sin convencer a los incrédulos del cambio climático.

Hace 16 meses, aunque algunos parecen haberlo olvidado, el Katrina devastó las costas del Golfo de México y se ensañó con Nueva Orléans. Rebekah Markham, que entonces tenía 31, lo vio venir y salió de la ciudad con su hijo de un año, Glen Witter, creado también con la ayuda de la probeta. Detrás dejaba a su marido policía, reclutado para los equipos de emergencia, y a los cinco embriones que quedaron congelados en el hospital Lakeland para cuando quisiera volver a ser madre.

Pasó el huracán, y Rebekah estuvo varias horas con la angustia al cuello, sin saber si había sobrevivido su marido... «¿Estás bien?». El reconfortante mensaje le llegó al teléfono móvil el 30 de agosto del 2005.

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Y durante varios días no volvió a saber más, inquietada por las noticias del desastroso rescate y por la deserción de los policías en la ciudad sin ley. Un agente que estaba en la misma unidad de su marido murió en un tiroteo con unos saboteadores. Glen Markham tampoco sabía nada del paradero de su mujer. Rebekah se había refugiado en Covington, a media hora de la ciudad, pero el Katrina también causó estragos allí y los teléfonos habían dejado de funcionar. Finalmente recaló en casa una hermana suya, tierra adentro, y allí tardó aún dos semanas en poder contactar con su marido.

Poco después tuvo noticia del «rescate» de los 1.400 embriones congelados, incluidos los suyos. La proeza fue posible gracias a la directora del Instituto de Fertilidad, la doctora Belinda Sissy Sartor, y al director del laboratorio Roman Pyrzak, que fletaron una expedición con lanchas especiales traídas desde Illinois. Nueva Orleáns era poco menos que una ciénaga.

Cuando llegaron a orillas del hospital Lakeland, que fue evacuado a tiempo, pudieron comprobar los daños causados por el huracán. Con buen criterio, los embriones habían sido trasladados días antes desde el laboratorio en la planta baja hasta el tercer piso. Todos fueron recuperados y diagnosticados como «utilizables» por los expertos.

De haber perdido los embriones, Rebekah y Glen tendrían que haber iniciado de nuevo un costoso tratamiento de más de 12.000 dólares para volver a acariciar la idea de ser padres, y esperar tal vez otra década para ver los resultados. Los dos son creyentes e interpretaron el rescate milagroso como una señal... En la primavera de 2006, instalados en Convington y deseando dejar atrás el trauma, la pareja decidió volver a intentarlo con uno de los embriones que sobrevivieron al Katrina.

Bebé deseado

Rebekah no tardó en volver a quedarse preñada, ni a tener los mismos problemas de salud que la obligaron a pasar tres meses postrada en la cama durante el embarazo de su primer hijo. «Me he sentido incluso más enferma que con Glen Witter, pero este hijo lo deseamos tanto que ha merecido la pena», confesó desde la cama del hospital, antes del alumbramiento.

Pese a sus 42 años y la experiencia acumulada de su primer bebé probeta, el padre seguía sin dar crédito a sus instintos: «Es increíble todo esto. Nunca pensé que se pudiera congelar un embrión; pensaba que lo único que se podía congelar son los cangrejos». Sus reservas iniciales quedaron de lado. Al policía Glen no le dolió posar junto a la familia para el Canal del Tiempo: «Estamos encantados de compartir nuestra historia. Es algo bueno que ha salido del Katrina». El hermano mayor, Glen Witter, acariciaba también con incredulidad a su hermano: «¡Es tan suave!».


LO DICHO Y HECHO

«Todos los niños son un milagro, pero algunos milagros son especiales»

2003: Rebekah Markham se somete a un tratamiento de fertilización en Nueva Orleáns. Le implantan un embrión fertilizado in vitro y le reservan otros cinco congelados. 2004: Nace su primer bebé-probeta, Glen Witter. 2005: Madre e hijo son evacuados ante el paso del huracán Katrina. Un equipo rescata 1.400 embriones congelados del hospital Lakeland. 2006: Le implantan a Rebekah uno de los embriones. 2007: Nace Noah Benton.

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