NANDO GARCIA
BARCELONA.-
No hay un sólo artículo en el Código Penal español en el que se haga mención a extraterrestres, por lo que cualquier acto relacionado con éstos nunca podría acabar en condena. Son las reglas de la Justicia, que la Audiencia de Barcelona ha aplicado para absolver a un hombre que fue acusado de un delito contra el medio ambiente por construir un vertedero ilegal en unos terrenos porque se lo había ordenado un ser de otro planeta.
El tribunal provincial ha valorado por encima de cualquier disquisición ufológica y de la acusación de la Fiscalía -pidió un año de cárcel para Bejamín M.- que el imputado sufre esquizofrenia y no es capaz de entender el alcance de sus actos. Para Benjamín, su vertedero no era otra cosa que «un templo de inmortalidad» con el que pretendía «purificar y regenerar el planeta».
La idea de dotar de energía a la Tierra le sobrevino al acusado hace más de cinco años. Benjamín, que se definió ante el juez como un ser de «ultratumba reiteradas veces fallecido y resucitado», sostiene que un extraterrestre le encomendó la tarea de salvar el planeta. Y se puso manos a la obra.
Construyó en tres años un vertedero ilegal con basuras, frigoríficos, deshechos inorgánicos y baterías de coche en una parcela de su propiedad en la urbanización de Las Palmeras de Canyelles, en Barcelona.
A los vecinos la idea no les pareció tan bien y menos aún les gustó el olor que causaba el «templo de la inmortalidad». Por ello, las denuncias empezaron a caer en los juzgados.
En marzo de 2005, un juez decretó la clausura del vertedero y ordenó a Benjamín que pusiera fin a los designios extraterrestres.Pero ya se sabe lo que sucede con los que trabajan para un ser superior, que no hacen caso a sus semejantes. Así que fue el ayuntamiento el que limpió el terreno y puso fin al sueño de Benjamín, que no sólo se sintió incomprendido sino que también se vio inmerso en un proceso judicial.
La Fiscalía le presentó una querella y no cambió de idea ni cuando el imputado explicó el origen de su cometido. Afortunadamente, el tribunal ha aplicado otra clase de lógica: «es dudoso suponer que conociera que su conducta estaba prohibida por la legislación» pero es «seguro que era incapaz de prever consecuencias negativas de sus acciones encaminadas a producir energía vital».
Y es que los jueces no saben de extrarrestres y si Iker Jiménez no lo remedia, seguirán sin querer saber.
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