Para José Montilla, president de la Generalitat, Josep Lluís Carod-Rovira se ha convertido en lo más parecido a un fiel escudero, hasta el punto de que las crisis abierta entre el líder de ERC y el PSC durante la caída del último Ejecutivo parece hoy una ficción. El vicepresidente del Govern escenificó ayer, durante el acto de presentación de la política deportiva catalana de los próximos cuatro años, una asombrosa metamorfosis respecto a la anterior legislatura. Lo que con Maragall era una guerra constante por el reconocimiento oficial de las selecciones deportivas catalanas, con polémicas y acusaciones y viajes a Macao (China), con Montilla es pura candidez. Las circunstancias del nuevo tripartito y el ascendente de Carod son ahora muy distintos, y no parece que el líder de ERC esté en condiciones de tensar la cuerda diplomática entre Zapatero y Montilla por este asunto.Salvo improbable estrategia en la sombra, la batalla por las selecciones catalanas hibernará durante un tiempo muy largo.
Nada tiene que ver la nueva Secretaria General de l'Esport con la que encabezó, hace tres años, Rafel Niubò. Entonces, la principal línea maestra de su gestión fue lograr la independencia deportiva de Cataluña. ERC se volcó en ello y salió escamada, si bien es cierto que Niubò trabajó con ahínco y alcanzó cotas jamás vistas y apenas soñadas por los republicanos y el resto de la familia nacionalista. Ahora, el cometido de la nueva secretaria, Anna Pruna, dirigente no afiliada a ningún partido aunque muy cercana a ERC, será exclusivamente de gestión. Ni una palabra dedicaron, ni ella ni Carod, a la reivindicación durante sus respectivos discursos. Se limitaron a apuntar que Pruna y su equipo operarán en cuatro ámbitos: convertir el deporte en un estilo de vida, conseguir su reconocimiento social, hacerlo generador de impulso económico y potenciar a las organizaciones. Nada más.
Carod empleó la coartada del cambio de responsabilidades en el nuevo Ejecutivo para justificar su prudencia. La Secretaria General de l'Esport ya no se encargará de la reivindicación internacional; esa será tarea exclusiva de la dirección de Proyección Exterior, área de nuevo cuño encabezada por Ignasi Doñate (republicano, ex miembro del equipo de Niubò) y que a su vez depende de la secretaría de Relaciones Internacionales, con Albert Royo al mando. Doñate se encargará de promocionar el deporte en el exterior, pero también la cultura, el territorio y en definitiva todos los elementos que conforman la identidad catalana, lo que diluirá el peso de la reivindicación deportiva.
«Por el bien del deporte, es mejor separar las dos cosas», manifestó Carod. El objetivo es «evitar que cada vez que se habla de deporte, se haga de las selecciones catalanas». Hasta ahí todo bien, pero en el acto de ayer se encadenaron varios síntomas que indican que ese traspaso de responsabilidades, en un asunto tan delicado y con tamaña capacidad para desestabilizar el clima político español, no es una simple permuta.
Para comenzar, la actitud de Carod en esta nueva legislatura y en su nuevo cargo se puede tachar de pusilánime si se tienen en cuenta los precedentes. «Las selecciones son consecuencia del reconocimiento de las federaciones [por los organismos internaciones de cada disciplina]. No podemos asumir como prioridad de gobierno esta cuestión», espetó el vicepresidente. Luego, apostilló que el Ejecutivo sólo moverá un dedo si alguna federación decide postularse: «El Govern no puede ocupar un espacio que es de las federaciones; si alguna federación quiere tener aspiraciones, la respaldaremos, pero eso es cosa de ellas». El cambio de discurso es flagrante.
Otra muestra de incomodidad por una cuestión que antaño solía apasionarle tuvo una escenificación más sutil. Carod tan sólo accedió a responder cuatro preguntas sobre las selecciones catalanas.Su responsable de prensa se apresuró a censurar una quinta, y amablemente invitó a los periodistas a cambiar de asunto.
Un tercer síntoma de que la reivindicación va a languidecer se produjo cuando Carod apartó los micros de la boca de Pruna y respondió él todas las cuestiones sobre las selecciones. Quedó claro que haber escogido a una secretaria sin afiliación política no ha sido algo circunstancial, sino una decisión premeditada y elocuente. ERC tendrá que guardar de momento la pólvora. Para su desgracia, Montilla no es Maragall.
Tres años de árdua reivindicación
La lucha por el reconocimiento internacional de las selecciones deportivas catalanas ha alcanzado importantes conquistas en los últimos tres años. «Rafel Niubò inició una etapa de progreso y generación del cambio», recordó ayer Carod-Rovira.
Con la llegada de ERC a la Secretaria General de l'Esport comenzó la revolución, que gracias al hockey patines vivió un sueño con la participación de Cataluña en el Mundial B disputado en Macao (octubre de 2004). Luego, el sueño pudo convertirse en una realidad de visos históricos y consecuencias incalculables, pero la Federación Internacional de Patinaje (FIRS) negó el reconocimiento de Cataluña en una asamblea celebrada en la ciudad estadounidense de Fresno (noviembre de 2004). Un año más tarde, hubo una nueva oportunidad y una nueva negativa en Roma. Ultimamente, la Federació Catalana de Patinatge quiso competir en los torneos oficiales suramericanos.Esa alternativa, en un principio aceptada, tampoco fraguó.
Todo indica que ese será el último coletazo de la reivindicación, porque Carod-Rovira y ERC se han autoimpuesto -o les han impuesto- moderación en sus ambiciones.
Las diferencias entre antes y ahora son esclarecedoras. En la anterior legislatura, la escalada dialéctica de los partidos nacionalistas sobre el reconocimiento deportivo de Cataluña alcanzó cotas muy elevadas. Carod protagonizó el episodio más agrio, cuando se metió en el tremendo berenjenal de desacreditar la candidatura olímpica de Madrid 2012.
«Tenemos que ser como la gota malaya: hacer bien las cosas y ser muy insistentes», dijo Rafel Niubò en mayo de 2004. «Iría al fin del mundo» por las selecciones catalanas, afirmó Carod en octubre del mismo año.
Ayer, al asegurar que la oficialidad es una cuestión privada de cada federación y no un asunto político, Carod olvidó que en la campaña electoral de 2003, prometió una dotación de más de 30 millones de euros para el reconocimiento de las selecciones deportivas catalanas.