En el recinto industrial de Can Ricart, al margen -o no tanto- de polémicos desalojos, el centro de producción artística Hangar cumple su primera década. El complejo diseñado por el arquitecto Josep Oriol i Bernardet a mitad del siglo XIX para albergar una fábrica de estampados se ha convertido en un laboratorio de creación artística contemporánea. En Hangar se produce el arte del siglo XXI, aquel que transgrede las fronteras entre disciplinas -si es que todavía existen- y aprovecha las nuevas tecnologías digitales.
Tomando como referencia la Kunstler Bethanien (un antiguo hospital de Berlín) y la parisina Cité des Arts, la Associació d'Artistes Visuals de Catalunya (AAVC) reclamó durante años un espacio para la creación artística aprovechando las antiguas fábricas y los almacenes en desuso. Así fue como se asentó un centro de producción de artes visuales y multimedia sobre el legado de la Barcelona industrial.
El director de Hangar, el artista internacional Pedro Soler (nacido en Singapur, de madre inglesa y padre francés), nos invita a un recorrido por las instalaciones del centro. En la planta baja se encuentran las oficinas, donde no para de sonar el teléfono, la gente va de arriba a abajo y cada dos por tres llegan mensajeros con paquetes. En un rincón, algo alejado de tanto ajetreo, el artista electrónico Zach Lieberman trabaja frente a su portátil.Está tres meses en Barcelona, de residencia artística. Después no sabe si volverá a Nueva York o se quedará por Europa, tal vez en Alemania o Suecia. Por la tarde dirigirá un work shop, un encuentro con otros artistas en el que hablará sobre su trabajo y resolverá las dudas que se les planteen en sus respectivos procesos creativos.
La puerta que hay detrás de Lieberman conduce a la Sala Polivalente, que sirve tanto para presentaciones, talleres, proyecciones, plató u «otras locuras artísticas», indica Soler. Actualmente, la artista Eulàlia Valldosera la usa como taller para preparar su exposición en el Palacio Velázquez de Madrid de cara al 2008.
En las siguientes salas -dispuestas de forma circular- se suceden los equipos de edición digital y laboratorios de electrónica en los que se trabaja con software libre y Linux. «Es una responsabilidad que tenemos como centro público», afirma el director.
Los tiempos cambian, las exposiciones en centros artísticos son cada vez más complejas y las necesidades de los creadores actuales, también. Por eso, en Hangar cualquier artista, institución o galería puede contratar «un servicio integrado especializado en arte contemporáneo», señala Soler.
Pero es en la planta de arriba donde están los locales más codiciados: 15 talleres de alquiler a un precio muy asequible (el Ayuntamiento subvenciona el centro). En Hangar están desbordados: demasiadas demandas.
Una visita a los talleres deja claro que Hangar es un espacio polivalente que alberga cualquier tipo de manifestación artística, desde la pintura moderna de Jordi Ribes a las intervenciones tridimensionales en el espacio de Irene van de Mheen o las composiciones pop de la artista francesa Pauline Fondeville. El mallorquín Joan Morey ha encargado al centro la producción de Postmortem, un work in progress en el Santa Mònica. «Hangar facilita la dinámica de trabajo de un artista», opina.
Son muchos los creadores que han pasado por el único centro de producción artística de Barcelona. Un centro que tiene mucho que ofrecerles: intercambios internacionales con México, Holanda e Italia; cursos de formación continua en materia audiovisual; talleres sobre últimas tecnologías y su aplicación artística; alquiler de materiales y, lo más importante, espacio. Espacio para desarrollar su obra.
Ahora ya queda lejos el inicio de año algo movido que tuvieron los artistas de Hangar, un efecto colateral del desalojo de La Makabra. Muchos de los desalojados buscaron refugio en Can Ricart, así que el Ayuntamiento limitó el acceso al recinto imponiendo unas desproporcionadas medidas de control. La AAVC decidió cerrar temporalmente Hangar como forma de protesta.
Sin embargo, encaran 2007 con optimismo y muchos planes: están negociando la ampliación de Hangar a dos naves vecinas de Can Ricart. «Si se quiere convertir Barcelona en un centro de investigación y desarrollo a nivel artístico, un solo Hangar es del todo insuficiente», lamenta su director. De momento, en Hangar están dispuestos a resistir otra década más.