Viernes, 19 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6242.
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Cuando llega el tiempo en que se podría, ha pasado en el que se pudo (Marie von Ebner)
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Siete muertes tiene un libro
Un libro descatalogado es aquel que ha pasado por el purgatorio (almacén) y ha ardido en el infierno (la trituradora). Tuvo su oportunidad y la perdió, y libreros, distribuidores y editores se ven obligados a deshacerse de él. el reciclaje puede convertirlo, irónicamente, en la libreta de un futuro escritor
LAURA FERNANDEZ

Dijo Ernest Hemingway que lo primero que debe hacer un escritor es comprarse una papelera. Probablemente su editor sabía de lo que hablaba, aunque los ejemplares de sus novelas no fuesen de los que compran un par de veces el billete de ida y vuelta a la librería. El caso es que, después de un millón de intentos, el escritor (que no es Hemingway ni ninguna otra Vaca Sagrada) consigue ponerse en marcha y dar forma a un manuscrito publicable.Entonces empieza su tortuosa odisea para tratar de hacerse con sus 15 segundos de audiencia ante un editor y, si hay suerte, la promesa de publicación. El resto es una fecha de entrega, otra de puesta en el mercado y un número de ejemplares que oscilará entre los 2.000 y los 5.000 (aunque pueden llegar a ser 10.000, incluso 20.000, si su novela promete convertirse en un best seller).Con la partida en marcha, el último en llegar a la trituradora de papel, gana.

«Cada tres meses tiene que venderse la librería», cuenta Nacho Borraz, portavoz de la librería Central del Raval (Barcelona).«A partir de esa fecha, los libros empiezan a ser una carga en la estantería», añade Nacho, que asegura que «un año ya es un desastre». ¿Tienen los libros fecha de caducidad? Por supuesto.Incluidas las primeras ediciones. De hecho, no serían lo que son si la tirada se conservara al completo o si hubiese sido tan estratósferica como las actuales, así que, a la guillotina literaria le debe el coleccionista su colección.

Pero ¿existe realmente una guillotina decapitalibros? ¿A dónde van a parar los ejemplares destrozados? ¿Y qué puede hacer el escritor para detener el exterminio? Volvamos a la casilla de salida. El escritor consigue publicar su modesta obra y la lanza al mercado: llega a la librería y el librero la coloca en la estantería que le corresponde. Pasan días, semanas, meses, y el libro en cuestión sigue ahí, manoseado, pero no liberado, entre un montón de flamantes novedades. Entonces es cuando el librero debe tomar La Decisión: esperar al saldo o devolverlo a la distribuidora, que a su vez lo devolverá a la editorial, que lo convertirá en confeti.

«Un libro no se puede saldar enseguida. Al menos tienes que esperar 24 meses para poder hacerlo legalmente. Eso en el caso de las ediciones españolas, las extranjeras no tienen ningún tipo de plazo», explica Nacho. Así pues, si la librería decide quedarse con los cuatro o cinco ejemplares del libro del escritor en cuestión, puede saldarlos cuando se cumpla el plazo. O bien puede devolvérselos al distribuidor. «El 90% de los libros nacionales pueden devolverse.El resto sale más a cuenta saldarlo», dice Nacho.

«Seguimos la vida del libro en la librería e informamos al editor de las ventas y las posibles reposiciones. Cuando la librería nos pide que retiremos ejemplares, lo hacemos y, si se ve que la vida del título ha acabado, se devuelve al editor», explica Oriol Serrano, responsable de la distribuidora Les Punxes. ¿Y qué hace con él el editor? «Almacenarlos en una nave», dice Jorge Herralde, editor de Anagrama. Y confiesa: «Periódicamente nos vemos obligados a guillotinar los ejemplares cuya venta parezca imposible. Aunque siempre conservando un cierto número para estudiosos o interesados ocasionales».

Así pues, puede que la pequeña obra maestra del escritor en cuestión acabe en la trituradora (porque más que guillotinar, las empresas de destrucción de libros trituran) y sus sueños de clásico, hechos papilla reciclable. «Pueden llegar a acumularse millones de ejemplares en un almacén. Y el coste por custodia de libros es muy elevado.La única alternativa a la destrucción es el saldo», asegura Adolfo García Ortega, adjunto a la dirección general de la editorial Planeta.

Según Felipe Clemente, director comercial de RBA Libros, «las primeras devoluciones pueden empezar a llegar a los dos meses.Dependiendo de la época del año en que estemos tratan de aguantarse (por ejemplo, si es Navidad)». Es decir, un libro publicado en octubre puede devolverse en enero. Para entonces, la obra es ya objeto y está condenada a muerte.

El almacén editorial se convierte entonces en purgatorio literario.Los libros esperan una posible salvación (el librero puede llamar en cualquier momento y pedir una reposición de aquel título) que no acostumbra a llegar (benditas sean las adaptaciones cinematográficas de novelas, que salvan de la quema a un buen puñado de ejemplares).¿Y qué ocurre cuando no llega? Se aproxima el fin.

«Esperamos dos años, como mínimo. Siempre puede llegar un pedido de reposición», dice Clemente. Tras esperar el tiempo que cada editorial decida dar a sus libros condenados, una empresa de destrucción como Papeles Allende o Enquadernacions Rovira pasará a recoger el excedente creativo y se deshará de él. «Si el cliente pide la destrucción, los ejemplares se destruyen y se preparan para reciclar», dice Yolanda, de Papeles Allende. Preparar para el reciclaje un montón de ejemplares pasa por un triturado previo.«Se hacen balas de papel, normalmente de 1.000 kilos, y se venden a fábricas de reciclaje, que las convierten en papel reciclado», añade Yolanda.

Así, irónicamente, el libro puede acabar convirtiéndose en la libreta de papel reciclado que otro escritor compre para escribir su novela y, si hay suerte, repetir la historia de su antecesor, y la rueda dará vueltas y más vueltas por los siglos de los siglos, a menos que aparezca un trapero. El trapero puede convertir un libro en material de venta a la mencionada fábrica de reciclaje, sin pasarlo por la trituradora y dándole así una última oportunidad de ser rescatado por cualquier aficionado a la lectura que se cruce con él. Pero ni así, puesto que, si bien los cartones son deseados hasta extremos increíbles por los que se dedican al cartonaje, los libros son despreciados por complejos: demasiada tinta, portadas inútiles, hilos cosepáginas y complicaciones.Así que el bueno de Ernie tenía razón.


Autor. Dan Brown sólo hay uno, pero los escritores se empeñan en tratar de vivir de sus historias, por eso las librerías y las bibliotecas están llenas de libros, pero, ¿y los que no están?

Autor. Dan Brown sólo hay uno, pero los escritores se empeñan en tratar de vivir de sus historias, por eso las librerías y las bibliotecas están llenas de libros, pero, ¿y los que no están?

Editor. Lee manuscritos y, cuando encuentra uno interesante, trata de publicarlo. Es el responsable de la forma definitiva del libro y de su gestión.

Distribuidor. Es el intermediario. Recoge los libros en la editorial y los lleva directamente a la librería. Sigue la vida del libro e informa al editor de cuándo deben retirarse e incluso destruirse.

Distribuidor. Es el intermediario. Recoge los libros en la editorial y los lleva directamente a la librería. Sigue la vida del libro e informa al editor de cuándo deben retirarse e incluso destruirse.

Librero. De él depende que el iluso libro se venda: tiene que encargarse de colocarlo bien a la vista para que pueda competir con los demás.

Lector. El lector puede ser el último eslabón de la cadena si decide que no puede vivir sin el libro, pero, si no, lo más probable es que acabe abandonándolo algún día.

Saldo. Dos años tienen que pasar para que los libros desafortunados tengan una segunda oportunidad: el saldo sólo es legal entonces.A menudo consigue disminuir el número de libros triturados.

Triturador. El libro no muere, se transforma. Si no hay posibilidad de adopción, se tritura y se recicla, de manera que acaba convirtiéndose en el terror del escritor: un folio en blanco.

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