Por Anna R. Alós
Me llamó Elena Cuesta, coordinadora de estas páginas, para anunciarme que Tendències cumple hoy su número 100. Así que, desde esta columna, me propuse buscar una relación entre 100 y el sexo.¿Cien polvos? Demasiado recurrente. ¿Cien amantes? No se lo creería ni SantoTomás reformado. ¿Cien posturas? Ni el Kama Sutra, con las 65 tradicionales, llega al número. Pinché en google «sexo 100». Tonterías aparte, di con un estudio que encajaba por una cuestión de porcentajes: la teoría -que no hipótesis- de la asexualidad.Dice: «Es difícil concebir la idea de una persona sana y 100% indiferente al sexo. Pero cada vez surge con más fuerza un nuevo movimiento sexual: se puede ser feliz sin sexo».
Atendiendo a todas y todos aquellos que conozco que confiesan insatisfacción en el sexo o decidida abstención, se me ocurre que hay ventanas de esperanza a la autoestima, la creatividad, incluso a la convivencia armónica. De momento, hay mensaje para todos los que llevan tiempo sin practicar: ni los bajos se cierran, ni el movimiento se olvida, ni los músculos (ésos, al menos) pierden elasticidad.
En el mismo estudio leo: «Prescindir del coito no significa renunciar a la pareja. Los asexuales también se pueden enamorar. Tienen las mismas necesidades emocionales que el resto de los humanos y son capaces de formar relaciones». ¿No le estaremos dando demasiadas vueltas al sexo y al mitificado orgasmo cuando en realidad lo único que le importa casi al 100% de la humanidad es el cariño, el desarrollo de la relación, la propia historia, las miradas, las palabras?
El estudio cita algunos asexuados históricos. Por ejemplo, a Frédéric Chopin y George Sand. Tantos ríos de tinta con la parejita, y lo suyo duró los dos meses que el músico pasó tosiendo en Valldemosa mientras ella escribía como una posesa. Otro al que le cundió la asexualidad fue a J.M. Barrie, el creador de Peter Pan. Y ahora, si alguien osa, que me diga que no le gusta Peter. Semejante declaración de principios sería un suicidio intelectual. ¿O no? Y no quisiera olvidar al escritor norteamericano Paul Bowles, autor de la novela autobiográfica El Cielo protector, que se casó con Jane Sydney Auer, lesbiana. Me consta por amigos tangerinos, en cuya ciudad vivió Bowles, que él no era gay. Se amaron mientras él escribía y ella mantenía relaciones lésbicas. No me creo tanta creatividad si en medio se folla bien.
Hay una alternativa: se puede ser feliz un día con sexo y otro sin. Ni el sexo -ni por supuesto la felicidad- son obligatorios.Sexo no es sinónimo de felicidad, ni asexualidad de amargura.Aunque a muchos hombres les encante decirnos lo de «estás mal follada». Suele pasar cuando se quedan sin argumentos en vertical.O cuando no te despiertan pasiones.
anna.alos@yahoo.es
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