Viernes, 19 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6242.
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Insectos robóticos al rescate
Diseñan autómatas que imitan los movimientos de hormigas y cucarachas para encontrar a supervivientes en zonas devastadas
ANGEL DIAZ

MADRID.- Hubo un tiempo en que se pensaba que, a comienzos del siglo XXI, ya habría robots con cerebros parecidos a los nuestros, pero lo cierto es que los expertos aún se las ven y se las desean para crear máquinas que imiten el sistema nervioso de los insectos.

Aunque no podría hacernos la compra ni aconsejarnos dónde invertir, un autómata capaz de moverse con la rapidez de una mosca o de escurrirse por cualquier rincón con la destreza de una cucaracha podría ser muy útil para localizar personas enterradas entre escombros o caminar por la Luna y Marte sin atascarse ante cualquier obstáculo.

Mientras los expertos en robótica se inspiran en la naturaleza para desarrollar máquinas cada vez más ágiles y robustas, los neurobiólogos especializados en insectos emplean autómatas para emular la conducta de estas criaturas y poner a prueba sus teorías.

Así, se ha creado un círculo virtuoso que está fomentando la colaboración entre científicos de muy distintos campos, y al que la revista Nature dedica un amplio informe en su último número. Unos pretenden llegar con sus ingenios a los rincones más inaccesibles; otros, tratan de desvelar los misterios de la máquina más compleja que se conoce: el cerebro. Aunque, por el momento, sólo sea el de una mosca.

Insecto palo.

Esta criatura es una de las menos evolucionadas que se conocen de su reino, por lo que su conducta fue una de las primeras en ser imitadas por la bio-robótica, es decir, el diseño de autómatas basados en seres vivos. Al igual que un pollo sin cabeza, los insectos pueden seguir caminando tras ser decapitados si se les estimula el sistema nervioso (o lo que queda de él) con una sustancia neurotransmisora. El modo en que su sencillo cordón nervioso induce movimiento en su descerebrado organismo ha inspirado la creación del robot Tarry II, diseñado en la Universidad de Bielefeld por Holk Cruse.

Mosca de la fruta.

La Drosophila melanogaster, más conocida como mosca de la fruta, es una vieja conocida de los genetistas, debido a que resulta muy fácil identificar los genes que operan en cada una de sus funciones vitales. Esta misma circunstancia la convierte en una fuente de inspiración idónea para los creadores de bio-robots. El neurobiólogo Roland Strauss, de la Universidad de Wurzburgo, ha creado diversos mutantes de esta especie con el fin de silenciar una u otra actividad cerebral y estudiar así los mecanismos involucrados en los movimientos de la mosca, que después prueba en robots como Tarry II o el más reciente Dro-o-boT.

Visión de paralaje.

Los experimentos con estos bio-robots ya han permitido a Strauss demostrar su teoría de que las moscas se guían por su visión de paralaje, es decir, el mismo efecto que observamos cuando miramos por la ventanilla de un coche en marcha y parece que los objetos cercanos se mueven mucho más rápido que los lejanos. El grupo de Strauss construyó una especie de laberinto en el que las moscas debían calcular la distancia a la que se encontraban varios objetos, y después hizo lo mismo con un Dro-o-bot programado para responder únicamente al paralaje. Sus movimientos fueron idénticos, lo que confirmó que los insectos usan este efecto para medir distancias.

Cucarachas.

Aunque las moscas resultan de gran ayuda, las cucarachas poseen un cerebro 50 veces mayor, lo que permite a los investigadores actuar directamente sobre su materia gris. Roy Ritzmann y sus colaboradores de la Universidad Case Western Reserve, en Ohio, trabajan con cucarachas a las que dañan algunas zonas del cerebro con papel de aluminio para observar cómo varían sus movimientos. Este trabajo ha permitido averiguar que la cucaracha da tres pasos antes de sortear un obstáculo: primero lo detecta con sus antenas, luego se da cuenta de que tiene de girar y, por último, decide en qué dirección hacerlo. En esta secuencia se ha inspirado su colega Roger Quinn, colaborador habitual de la NASA, para crear a Robot III.

Hormigas.

Los insectos de seis patas emplean distintas formas de moverse, al igual que un caballo lo hace al paso, al trote o al galope. Un robot capaz de cambiar el paso dependiendo de la superficie sobre la que camine podría ser muy útil para labores de rescate. BILL-Ant, un hexápodo con forma de hormiga y desarrollado en la Universidad Case Western Reserve, podría hacer esto y, además, trabajar en equipo, como hacen estos insectos en la realidad.

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