Viernes, 19 de enero de 2007. Año: XVIII. Numero: 6242.
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La Tate Britain se 'venga' de Blair
El museo acoge una muestra sobre la denuncia callejera de un ciudadano británico contra la Guerra de Irak
FERNANDO MAS. Corresponsal

LONDRES.- En el pasillo central de la Tate Britain se ha montado un campamento con pancartas, recortes de periódico, bidones de gasolina, fotografías de niños mutilados, soldados muertos en combate y banderas que hablan de paz. No hay nadie que grite consignas alrededor de objetos que, así, en una hilera discontinua, podrían resultar algo fríos aunque conmueven.

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Durante años, Brian Haw, un antiguo carpintero nacido en 1949, ha vivido en Parliament Square, la plaza ubicada justo delante del Parlamento británico. Se instaló allí para protestar, sobre todo, contra lo que considera una acción injusta en Irak. No sólo la guerra, sino las sanciones económicas impuestas al país. Considera que su reivindicación es la única forma de dejar un mundo mejor a sus hijos. Tiene siete.

Empezó su lucha el 2 de junio de 2001. Y allí sigue, después de 2.057 días. Sentado en una silla de loneta, en un taburete, en el suelo, en la pradera verde que se extiende junto a la estatuta de Winston Churchill. La gente le lleva comida, y él suele abandonar la plaza por causas de fuerza mayor: acudir a los tribunales cada vez que tiene un incidente con la policía.

Arrancó con unas pancartas pobres, pero poco a poco fue componiendo más y más letreros: «Tú mientes, los niños mueren. Bliar», reza uno de los carteles donde, como en otros muchos, Haw desestructura el apellido del primer ministro británico, Blair, para convertirlo en un Bliar donde liar (mentiroso) toma protagonismo.

A lo largo del tiempo, Haw ha coleccionado para sus protestas pancartas/murales de producción propia y otras aportadas por eminencias del nivel de Banksy, el más famoso, crítico, ácido y provocador artista callejero (o graffitero, como se prefiera) del momento.

Una de las pancartas de Banksy muestra a dos soldados en estado de alerta, mirando al enemigo por si lanza un ataque contra ellos, dibujando en un muro con pintura roja el símbolo universal de la paz.

El hecho es que el Gobierno, harto de las exhibiciones de Brian Haw, dictó una ley en 2005 para impedir cualquier tipo de protesta en un radio de un kilómetro alrededor del Parlamento. Al menos de las dimensiones de la de este activista, que con sus pancartas llegó a ocupar más de 100 metros lineales de Parliament Square.

El artista Mark Wallinger (Chigwell, 1959) ha recogido todas esas pancartas -confiscadas por la policía cuando Haw se negó a cumplir la ley y las desplegó una vez más delante del Parlamento- y ha buscado un sitio donde colocarlas sin entrar en el perímetro de seguridad marcado por la ley. Toda una reivindicación de la libertad de expresión. Más cuando State Britain, su muestra/protesta, ha sido acogida en la Tate Britain, justo en el límite exterior de ese círculo que protege al Gobierno, al Estado criticado por Haw.

Wallinger no sólo ha inmortalizado en una exposición de objetos viejos, desvaídos y pulgosos la protesta de un pacifista británico histórico, también, ha conseguido llevar la protesta al interior de una respetable institución.

«No había armas de destrucción masiva. Blair mintió», se lee en una de las decenas de carteles instalado en la Tate. «Parad de matad a nuestros niños», reza otro, sobre ositos de peluche convertidos en activistas por la paz que lucen camisetas con lemas tan ingenuos como «no matéis más chiquillos».

Una exposición tan real, que una foto de un niño sin orejas ni nariz, ni ojos, ni boca reduce el estómago a la nada y provoca arcadas. Una muestra tan a flor de piel que una de las inmensas pancartas desnuda la realidad de los intereses del poder: «700 horas dedicadas a debatir la caza del zorro; siete horas a debatir la guerra».

Las protestas de Haw empezaron con el embargo económico a Irak, pero se recrudecieron cuando tropas estadunidenses y británicas lanzaron la invasión en la primavera de 2003. Dos años después, cuando este viejo carpinterio atraía a los turistas que fotografiaban el Parlamento tanto como el Big Ben, llegó la ley que lo echó de allí con sus cachivaches. Como prohibírselo del todo era demasiado obvio, le han dejado dos metros cuadrados. Para vivir y denunciar los abusos del poder.

«Si una persona no puede ir a la plaza central de su ciudad y expresar sus puntos de vista sin miedo a ser arrestado, encarcelado o a ser herido», se puede leer en negro en un cartelón de tonos amarillos y rojos, «entonces es que vive en la sociedad del miedo, no en una sociedad libre».

Son los últimos cinco años de vida de Brian Haw lo que exhibe Wallinger en la Tate, para demostrar cómo es el Estado británico (State Britain) actual, donde fue a parar aquel país en el que protestar era un derecho inviolable.

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