La devoción por los clásicos anglosajones de novela policiaca, por esas tramas en las que un detective brillante ha de vérselas con un asesino inteligente, llevó a J. M. Guelbenzu a plantearse el reto de escribir una historia de género, pero lo que empezó como una experiencia relajante que lo alejase un poco de la profundidad de sus obras más ambiciosas se ha convertido en un cauce en el que el escritor se siente muy a gusto.
Después de No acosen al asesino (2001) y La muerte viene de lejos (2004) llega El cadáver arrepentido (Alfaguara), la tercera entrega de las aventuras de la juez Mariana de Marco, esa mujer de cuarenta y pocos que según su creador es «un buen testigo del modo de ser, de la moral española de finales del franquismo y comienzos de la Transición».
El escritor cita a Chesterton, a Conan Doyle, a Dorothy Sayers, a Chandler, a Hammett, a tantos otros. «Es que a mí el género me ha ayudado mucho a formarme. Como lector, me ha proporcionado distancia; como escritor, las claves de la construcción, la idea de que una novela no surge del alma ni del genio como pensaban los románticos, sino que es algo que se construye, un artificio para representar una idea por medio de la imitación de la realidad».
J. M. Guelbenzu ha adaptado las reglas de la novela policiaca clásica a su forma de ser y de entender la literatura. En El cadáver arrepentido, una historia coral en la que una boda se ve obstaculizada por los fantasmas familiares del pasado, hay trasfondo histórico, una clara intención de penetrar en la psicología de los personajes y, por supuesto, la suficiente dosis de intriga, pero sin que falte una cierta hondura.
Una mezcla que mantiene enganchado al lector sin evitar que reflexione, por ejemplo, sobre el poder de la procedencia, sobre cómo podemos convertir en nuevo impulso vital lo que hemos recibido como herederos, o dejar que nos oprima.
Buscadora de la verdad
«De momento, lo que me interesa es penetrar en los conflictos de la protagonista, una mujer con vocación por su trabajo, una buscadora de la verdad para la que vivir significa actuar en conciencia», asegura el escritor.
«De momento los problemas que han mantenido ocupada a Mariana de Marco han sido más de carácter personal y moral que sociopolítico», prosigue, pero sin descartar que en próximas entregas se meta más a fondo en problemas de peso que ahora están en el primer plano de la actualidad española: la corrupción, el medioambiente, el terrorismo...
De lo que se quiere distanciar Guelbenzu es de «ese nerviosismo de la novela negra actual, más preocupada por la denuncia social que por los personajes. Mi forma de contar es más tranquila. Mi juez surgió cuando buscaba un modelo de detective cercano a la novela anglosajona, un investigador con una formación sólida detrás. Y es difícil encontrarlo en la literatura española».
¿Qué es lo que cree estar aportando al género Guelbenzu?: «Traerlo a la actualidad», surge rápida la respuesta. ¿Qué es lo que el género le aporta?: «Además de haber contribuido tantísimo en mi formación, que ya es mucho, me aporta ahora mismo el relax suficiente frente a mis otras novelas más ambiciosas».
En ese grupo: El río de la luna, El sentimiento o Esta pared de hielo, a la que se sumará la historia sobre el amor en la que está trabajando, «tal vez la última», y en la que quiere «vaciar todo el armario».
La conversación -no olvidemos su condición de lector y crítico exigente-, da un giro hacia los derroteros de la narrativa actual. «La literatura más pujante suele surgir de lugares en conflicto y ahora se está produciendo en los países nuevos que están surgiendo de la órbita soviética», pone sobre aviso, consciente de que en España se está viviendo una crisis, un estancamiento, producido por el afán editorial de apostar por lo fácil y lo gratificante.